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CUENTOS CIENCIA-FICCIóN
CUENTO EL BRUJO CAUTIVO (por Christopher Anvil)
El capitán de la guardia Skeerig Klith alzó la vista cuando el primer teniente Ladigan Grul entró con aspecto alicaído.
- Señor -dijo Grul, tendiendo un manojo de papeles.- la compañía de combate acaba de traer un extraterrestre.
Grul sonrió mostrando unos considerables caninos. Klith tendió la mano para tomar el informe, y en su excitación clavó sus uñas en los papeles.
- Parece demasiado bueno para ser verdad -dijo alisando el informe sobre su escritorio-. Esos cobardes gusanos emplean siempre sus mágicos poderes para escapar.
- Este tropezó y cayó de todos modos. Y con el debido respeto, señor, no es mágico. La opinión actual es que han logrado una ciencia más avanzada que la nuestra.
- ¿y cuál es la diferencia de ese avance logrado?
- Señor -protestó Grul- por muy avanzada que esté, la ciencia no es brujería.
Klith dio un bufido.
- Esos extranjeros bajaron del firmamento. Van a través de la atmósfera en un periquete. Si desean algo, apuntan una vara y lo obtienen. Si desean zafarse de algo, apuntan con su vara...y ya está. Los hemos visto controlar sus máquinas por voz. ¿No es eso brujería? ,
- Mediante un proceso perfectamente natural de desarro científico dando un paso cada vez...
- Quizá los brujos obtengan sus poderes mediante un proceso natural de
desarrollo, paso a paso. De todos modos, ¿qué diferencia supone? Si uno no comprende algo, se trata de magia, ¿no es así?
- Señor, de este modo todo es magia fundamentalmente.
- Exacto -dijo Klith-, y en este caso, como dije, lo que emplean es magia. Bien, ¿dónde está el prisionero?- Grul abrió su boca y luego la cerró. Con voz ahogada respondió.
- El prisionero se encuentra en el Bloque Central Celular,Nueva Andana, señor.
- H-m-m-m -Klith hojeó el informe-. Ese tipo fue capturado al pie del Monte de la Daga. Al parecer, su vehículo funcionó mal y fue llevado al Laboratorio Tecnológico del Distrito para su examen. ¿Supongo sabrá usted, Grul, que nuestra ofensiva para destruir el nido principal de esas cobardes sabandijas extraterrestres ha sufrido una pequeña impedimenta ?
Las orejas de Grul se aguzaron.
- No, señor. Todo lo que sé es que nuestro bombardeo es tan intenso que puede ser oído a enorme distancia.
- Por desgracia mete tanto ruido cuando yerra, como cuando da en el blanco.
- Pues su base está bien a la vista.
- Pero hay una especie de coraza cristalina, espesa, elástica e invisible, entre nuestra artillería y su base.
Grul meneó la cabeza disgustado.
- Siempre hay algo.
- El prisionero puede sernos muy útil.
- ¿Quiere usted decir que podemos interrogarle sobre esa barrera?
- Exactamente. De hecho podemos interrogarle sobre todos sus dispositivos. Posiblemente podamos descubrir a qué han venido aquí. Eso sobre el goroniuk es evidentemente un simple pretexto.
Grul asintió.
- ¿Quién querría tal material inútil? Simplemente, el caminar cerca del goroniuk pone a un hombre enfermo, y se le cae la piel a pedazos. ¿Debo subir al extraterrestre?
- Juegue al "zango" con él durante un rato. Eso le pondrá en estado mental de cooperación, y si el Supremo Cuartel General manda a por él, estará indemne.
Grul sonrió con una mueca, volviendo. a mostrar sus caninos. El "zango" se jugaba con doce piezas por cada lado. Los hombres se movían a saltos y los saltos eran largos.
Hedding estaba sentado muy irritado en la celda, ojeando el mobiliario. El catre era demasiado corto, y su anchura sólo le permitía estar en él hecho un ovillo. Además se hallaba tan desvencijado que sólo parecía servir para limarse las uñas. En el rincón había una caja de arena, y en la pared trasera de la celda un agujero redondo, de un diámetro de unos veinte centímetros, cubierto por una tapa de hierro y cuyo objeto era un misterio para Hedding. Como alimento le habían traído un trocito de una mezcla de
pescado y queso, llamado sznivtig, de penetrante olor. También le dieron un cuenco de agua. Hedding bebió el agua, examinó atentamente el alimento, lo enterró en la arena y se tendió de espaldas en el catre, colgándole los pies por el borde. Se fijó entonces en la opaca bombilla del techo, cuyo interior metálico sugería la fase de la ciencia en el planeta. Se le ocurrió a Hedding que debería haber allí alguna clase de oportunidad.
¿Pero cuál?
Y en aquel mismo instante, hubo un traqueteo en la puerta. Una criatura de grandes pupilas redondas crispaba sus bigotes y le apuntaba con un arma,la cual tenia una bayoneta que se curvaba hacia abajo como una garra. Hedding, a pesar de su acondicionamiento, apenas pudo comprender la rasposa voz :
- ¿Ha comido ya?
- Todavía no. No tenía hambre.
- ¿Tuvo pues buena suerte?
Hedding miro de soslayo en torno a la celda.
- ¿Buena suerte? No, que yo sepa.
El carcelero se encogió de hombros, con rostro inexpresivo, diciendo :
- Coja su sznivtig y sígame.
- ¿A dónde?
- Celda bloque C. ¡ Ea!, deje la colchoneta y vámonos.
Hedding siguió al carcelero a través de media milla de oscuros pasillos y acabó en el interior de una celda idéntica, con los mismos accesorios exactamente que la anterior. Quince minutos después hubo otro repiqueteo en la puerta, y una nueva voz dijo :
- ¡ Eh, usted! ¡ Sígame !
Refunfuñando para sus adentros, Hedding siguió al guardián durante diez minutos, bajando una escalera de caracol para volver a encontrarse en una celda semejante a las otras, y para que también, al cabo de unos veinte minutos rechinara la puerta y se
oyera una nueva voz :
- ¡ Prisionero ! ¡Atención! ¡ Sígame !
- ¿Qué diablos pasaba con esta celda?
- ¡ Silencio ! ¡ No ha de hacer preguntas ! ¡Sólo tiene que obedecer!
Lanzando maldiciones para su capote, Hedding siguió al guardián, recorrió durante veinte minutos a lo largo de pasillos iluminados con mortecinas bombillas, luego fueron subiendo ambos una escalera circular, luego, otra escalera circular, y de nuevo por otro
corredor hasta una nueva celda, cuya puerta se cerró tras él con seco sonido metálico, para que al cabo de otros cinco minutos una nueva voz dijera, jovialmente ahora:
- ¡ Prisionerol ¡ Oído atento ! ¡ Vamos a llevarle a una nueva celda ! ¡ Coja su sznivtig y sígame!
El capitán de la guardia, Skeerig Klith, empujó el mensaje a través del escritorio al teniente primero Grul, quien leyó en voz alta : "Es imperativo que el prisionero sea interrogado por métodos científicos. Son contraindicados los sistemas de desmembramiento , hierros candentes, suspensión y similares, que deterioran la claridad de la mente. Unicamente se permite un interrogatorio preliminar en espera de
mi llegada inminente. Que el Snnorriz, Sicólogo del Estado Mayor."
- ¡ Ese zopenco ! --comentó Klith-. Con toda seguridad va a mimar al extraterrestre. ¿Recuerda usted cuando pusieron al cretino al cargo de aquella pandilla de prisioneros "duros" ?¡Iba a "desatar los recuerdos subconscientes que causaban su conducta amoral y antisocial!
- ¿Quién podría olvidarlo? -asintió Grul-. Los prisioneros convirtieron la Central en una fortaleza, colgaron por el rabo a ese asno de Snnorriz y amenazaron con cortar en rodajas a los guardianes si no conseguían lo que querían.
Klith asintió a su vez, sombríamente.
- Y entonces, cuando fue la División de Hierro para enderezar el jaleo, ese estúpido se quejó de que su terapia había sido interrumpida.
- Lo debieran haber liquidado accidentalmente en la trifulca.
Klith se encogió de hombros.
- No hay que darle vueltas al hecho de que es primo del Emperador y también alto personaje en el Jerarcado Escolástico. Con respecto a locual - dijo Grul. me parecería lo más conveniente reunirlos a todos en un lugar,y darles un buen...
- Chitón -dijo presuroso Klith, mirando nerviosamente en derredor- Nada de eso -Carraspeó, abandonó su banqueta y probó sus uñas en el más próximo lugar de afilado-.Nuestro problema inmediato es el prisionero. ¿Cómo se ha portado?
Los labios de Grul se extendieron en una mueca.
- Estuvo paciente en los cuatro o cinco... ah... movimientos del juego. Pero luego desarmó a un guardián, fue reducido por el oficial y ahora está en un estado mental bastante deplorable.
Klith asintió.
-Excepto por esa lucha -que la provocó él mismo - nada debe dejarle señales. Llévelo al piso más bajo de la Antigua Andana. Que dé un vistazo a donde podemos ponerle si se nos antoja. Yo voy a dar un sueñecito. Cuando despierte,quiero que me lo traigan aquí.

Hedding, tocándose un chichón en su cabeza, siguió a la borrosa figura por el pasillo de mortecinos ecos, pasando ante las hileras de silenciosas celdas. Carraspeó e intentó recordar si su guardián era benévolo. Había habido tantos guardianes y tantas celdas, que unos y otras, comenzaban a darle vueltas en el cerébro.
- Dígame -preguntó-, ¿están ocupadas esas celdas?
Un eco rebotó de alguna parte, y luego otro más débil.
- ¿Eh? -dijo el guardián.
Hedding esperó a que los ecos se extinguieran y repitió la pregunta.
El guardián gruñó :
- La mayoría de las de este bloque están vacías. Cuidado con su cabeza. Vamos a bajar más.
Fueron bajando por una escalera en espiral, espiral tras espiral llegaron a sumirse tanto en la lobreguez, que Hedding comenzó a sufrir la ilusión de que aquella escalera circulaba hacia arriba bajo sus pies y que cuanto hacia él, era mover las, piernas para
permanecer en el mismo sitio.El guardián lanzó una tosecilla de excusa.
- No necesitaba haber bajado su sznivtig. Ellos le seguirán en seguida.
Hedding, aturdido por tantas vueltas, dijo estúpidamente :
- ¿Ah, sí?
- Tan seguro como la muerte y los deméritos -dijo el guardián-. Vea de no dormirse. Atrape unos cuantos de ellos,retuérzales el cuello, y tírelos a los demás. Manténgalos ocupados. Si hay demasiados, trepe a donde sea y tome un respiro.Asegúrese bien, pues esos bichos pueden brincar.
Algo de esto se filtró en la conciencia de Hedding, y se despabiló al notar el moho bajo sus pies,y el cambio en el ocasional sistema de iluminación. Allá abajo tenian lámparas de gas, con ondulantes llamas luminosas.De súbito hubo un ruido de correrías, el guardián se inclinó y se sintió un chirrido, un chasquido y un sordo baqueteo de precipitado correr y como de un multitudinario escurrirse.
- Sólo unos pocos niveles más -dijo el guardián.
De las escaleras de arriba estaban cayendo gotas, el aire era húmedo y las luces mostraban oscuras paredes rezumantes.
- Cuidado con el siguiente peldaño -le previno el guardián.
Hedding lo franqueó cautelosamente. De arriba provino el sonido de un portazo. Tras ellos seguía el compañero del guardián, por si Hedding intentaba algo. El guardián de delante dijo.
- En el interior de esta hilera de celdas -lo que llamamos la Antigua Andana- las luces son de gas. Cuidado al andar.
Dejaron la escalera con un chapoteo. Directamente delante en su camino, un bicho negro del tamaño de la mano de un hombre recorrió una especie de tela de araña. El guardián se apartó a un lado y lo indujo a entrar en una celda con agua en el suelo, un bicho muerto cubierto con moho color naranja en el agua, y un catre desnudo y casi
cuadrado con hongos en su maderamen y su cabezal apoyado contra la pared trasera.
Brillaban ojos aquí y allá en la oscuridad. Una húmeda corriente de aire que olía a ajo sopló de la dirección por donde habían venido e hizo ondular las llamas de gas, y largas sombras revolotearon sobre las paredes y el suelo.Hedding miró incrédulamente en derredor.
El guardián restregó una placa metálica sujeta a los barrotes y ojeó una tira de papel.
Esta es en efecto la celda en cuestión. Pero también es la porquería mayor que he visto desde que Snnorriz tomó la dirección de la Prisión Central.
El segundo guardián se hallaba ahora en el pasillo.
- ¡ Ea, enciérralo y vámonos de aquí !
- Mira esos stobclers con sus ojos brillando a la luz.
- ¿Qué crees que estoy mirando?
- ¿Qué quedará de él cuando volvamos, si lo dejamos aquí?
- Ese es asunto suyo, y no nuestro. Nosotros no hacemos sino cumplir órdenes.
Ponedlo en la Celda 6t 42e. Esta es la Celda 6t 42e, Antigua Andana. Las órdenes son órdenes.
El primer guardián frunció el entrecejo y, de mala gana metió una llave grandota en la cerradura, haciéndola girar con rechinamiento de metal enmohecido.
Hedding estaba ahora completamente despabilado. Una rápida ojeada a los guardianes le mostró que únicamente podía esperar vencer a uno y que habría de luchar con desventaja con el otro, pues iban armados con largos cuchillos con los que no estaba familiarizado. La victoria le hubiese dejado en una prisión laberíntica, donde podía ser reconocido a simpIe vista. La fuga no parecía probable, pero acaso ayudase el hablar.
- Seguro como la muerte y los deméritos -dijo razonablemente- que van a querer interrogarme más tarde
El segundo guardián tenía desenvainado su cuchillo y miraba nervioso en derredor.
- Eso no es cosa nuestra.
- ¿No? -replicó Hedding-. Si quieren interrogarme y no pueden, ¿a quién habrán de achacárselo?
Hubo un silencio caviloso, durante el cual pudo oírse el rasgar de muchas garras pequeñas. El guardián primero miró al segundo.
- ¿Qué hacemos?
- Nos dieron órdenes.
- Para encerrarlo y no para ejecutarle.
- Si no lo hacemos, desobedeceremos las órdenes de encerrarlo.
Hedding dijo :
- Uno de ustedes puede quedarse aquí, e ir el otro a consultarlo con ellos.
- Las ordenanzas dicen que debemos estar juntos. De otro modo usted podría acaso dominar a uno de nosotros, apoderarse de nuestro cuchillo y uniforme y salir afuera.
- Yo soy un extraterrestre. No podría nunca conseguir franquear la guardia.
- No importaría si fuese usted un cangrejo de dieciséis patas con ojos acechantes. Es lo que dicen las ordenanzas, y no se discuten las ordenanzas.
- Las ordenanzas deben decir algo sobre poner a prisioneros en celdas que no están en condiciones de ser ocupadas y sobre matar a prisioneros a los que se desea interrogar.
El primer guardián lanzó un juramento, empujó a Hedding al interior de la celda, comprobó la cerradura y se volvió al segundo guardián.
- Vé y sube las escaleras.
Tan pronto como se fue el segundo guardián, el primero gruñó;
- ¡ Ah, estos stobclers están aquí por todas partes ! Será mejor que máte a algunos para tener ocupados a los demás.-Desenvainó su Iargo cuchillo y blandiéndolo lo asestó aquí y aIlá, y Iuego gritó - ¡Así hay que hacer! ¡A por ellos! ¡Aquí vienen millones!. De hecho, los relucientes ojos estaban a casi la misma distancia que antes, aún
cuando en número cada vez más creciente. Sin embargo, eI cuchillo estaba ahora dentro de Ia ceIda de Hedding.
El guardián atrancó Ia puerta. El repiqueteo en la escalera indicaba a Hedding que el otro guardián no se daba mucha prisa. Agradecido, tomó eI cuchillo y miró en derredor. Con lentos movimientos, los bichos aquellos comenzaron a dirigirse hacia él.
El capitán de la guardia Skeerig Klith mantuvo Ias manos planas sobre la mesa para que sus uñas no rasgasen la madera.
- Sí-rezongó - El prisionero es aproximadamente de nuestro tamaño y tiene Ia misma configuración general.
El teniente primero Grul añadió.
- Sus dedos son más largos y delgados, docto señor, y sin uñas retráctiles. Pero, de todos modos, parece manejar las cosas lo mismo.
- Comprendo -Su visitante se hallaba a horcajadas sobre la banqueta, sosteniendo un generador de gas encajado en una ancha cabilla de plata. Este generador era un cilindro negro recubierto de cera, aproximadamente tan largo y grueso como el dedo primero de un hombre. Rodeando su exterior había tiras espirales de decorativo labrado de plata y oro, las cuales ardían lentamente a medida que sE consumía el
generador y añadían su propia fragancia peculiar a la general fumigación.
El capitán Klith apartó su banqueta echándola hacia atrás de la mesa y lanzó una ojeada a las ventanas, las cuales estaban abiertas, pero sin que hubiese el más leve asomo de brisa. Klith carraspeó.
- Si prefiere usted solazarse con su generador allá afuera, junto al parapeto,spicólogo Snnorriz, proseguiremos la conversación más tarde.
Snnorriz no respondió en seguida, sino que aplicó sus labios plegados al extremo del generador. Una expresión de exquisito refinamiento apareció en su rostro cuando el extremo opuesto resplandeció vivamente y se consumieron las tiras de plata y oro en nubes de humo gris. Klith miró en derredor, con desespero. La habitación tenía una
chimenea ventiladora, que había sido dejada desde los días en que, al igual que las celdas, había tenido luz de acetileno y expulsaba los humos. Pero el ventilador tomaba la mayor parte de su corriente de un chorro de llama ardiendo en la chimenea. Y esta llama había de ser encendida. Klith tanteó con el pie bajo su mesa hasta dar con el
polvoriento pedal impulsor, el cual, suponiendo que funcionase aún, habría de encender la llama del ventilador.
En el interín, el spicólogo, con expresión de inefable sapiencia, exhaló una hirviente nube "verde gris" en dirección el capitán de la guardia.
Klith apretó con fuerza el pedal. Se produjo un ruido seco,como el de un taponazo, seguido por un débil bramido. Mas nada sucedió. La válvula debía estar obturada, o lo que era peor, podía haberse abierto, pero fallado el gastado pedernal. Probó de nuevo
con más fuerza.
Se produjo un fogonazo.
¡BANG!
La estancia pareció dar un brinco. Una nube de partículas de polvo mezcladas con trozos de piedra y migajas de mortero cayeron como una ducha, seguidas por un llameante nido del tamaño de los puños de un hombre, y lleno de singulares trocitos de antiguos anillos y relucientes monedas, y del cual huyó chillando al posarse en la
ventana próxima un pequeño pájaro púrpura. Por un golpe de suprema buena fortuna, el nido ardiendo y su cargamento de cachivaches aterrizó sobre la cabeza del spicólogo.
En el caos de los siguientes minutos, con Snnorriz dando saltos por la habitación como un loco, fue sencilla tarea para Klith el zafarse del generador, con cabilla y todo.
Mientras se estaba felicitando a sí mismo, apareció un cabo en el dintel de la puerta, miró al chillón Snnorriz con asombro, y enfrentándose luego a Klith saludó.
- Señor, tenemos a un par de guardianes en la antesala. Según dicen, ese brujo extraterrestre está abajo en la Antigua Andana a punto de ser devorado por hordas de stobclers. ¿Quiere que les dé su merecido por molestarle a usted sobre eso?

Snnorriz dio una patada en el suelo y gritó :
- ¡Bárbaros! ¡ Reptiles prehistóricos! ¡ Traigan al prisionero indemne aquí arriba, o mi primo el Emperador sabrá de ello !
Hedding se hallaba ahora a través de los barrotes, apoyándose en el travesaño del pesado marco, con su brazo izquierdo y ambas piernas enganchadas en las barras verticales, y el brazo derecho pendiente y armado del largo cuchillo, asestándolo contra
los bichos y matando los suficientes para tener satisfechos a los demás.
En alguna parte del exterior, lo sabía, la expedición dispondría de aparatos automáticos para su búsqueda. Un minúsculo transmisor en el interior de su cuerpo estaba emitiendo una débil señal que, más pronto o más tarde sería detectada.
Lo malo era que aún después de que lo encontrasen, habrían de llegar a donde se hallaba él. Si pudiera salir al exterior serían mucho mejores sus probabilidades de ser recogido.
Justamente entonces, voces de prevención y sonido de metal en el hueco de la escalera, le indicaron el cauteloso descenso de un considerable cuerpo de guardia.
- ¡Media vuelta! - ordenó una voz conocida- Vosotros, los cuatro de la retaguardia, mantened la entrada. ¡En aquella dirección! Avanzad a la celda sexta de la décima hilera, y .matad tantos de esos bichos como podáis y echadlos al pasillo.¡ En marcha ! .

El sonido metálico, el chapoteo y la especie de barullo se fueron acercando. Luego, escudriñando pasillo abajo, Hedding vio a los felinos guardianes al resplandor ondulante de las luces de gas. Le acometió el apremio de la fuga al ver a uno de los guardianes hacer una pausa para comer un gran stobcler. Los boquetes de las paredes
de la celda le sirvieron de ayuda.
- ¡Está bien! -gritó la conocida voz-. ¡Bajad por ese pasillo !
Hubo un áspero rechinar dellaves y un crugir de la puerta de la celda.
- ¡Pero dónde diablos...!
Hedding saltó al suelo. Sus entumecidos músculos casi le fallaron cuando devolvió su arma al guardián, diciendo.
- Gracias por su cuchillo. .
El guardián lanzó una rápida ojeada en derredor.
- ¡Vaya lugar! -murmuró, yendo adelante para cerrar una portezuela mohosa sobre un boquete, en el que relucían varios pares de ojos como abalorios-. ¡ Aj ! Basta para quitar el apetito a un hombre. Tantos a la vez hace estremecerse la piel-. ¡ Eh. los del pasillo! ¡ A las escaleras de nuevo! ¡En marcha!-. Tomó de un brazo a Hedding y le
sacó de la celda, cerrando luego la puerta-. Está bien, compañeros, ya tenemos al prisionero y podemos salir de ésta sin un demérito ¡Pero que a nadie le entre el pánico en esos peldaños, o le voy a arreglar yo mismo las cuentasl ¡Andandol
- Hedding miró con curiosidad hacia arriba.
- ¿Para qué sirven esas lámparas de gas?
- Gas incandescente -respondiá el guardián-. Lo traen en bidones de gas pobre, y los ingenieros los sumen en grandes tanques de agua, donde se produce la ebullición. Lo emplean para iluminar toda la prision. ¡ Eh, tú, el de delante ! ¿Es que te has pegado a los peldaños? ¡Muévete!

El desfile siguió serpenteando hacia el piso superior.
En el despacho del capitán de la guardia, Queel Snnorriz se inflamó de ira.
La propia Emperatriz me dio esa cabilla de platino. Va a sentirse afligida si aparezco sin ella. Desde luego, puedo decirle las circunst...
El teniente Grul le atajó secamente.
- Cuando dio usted un brinco, docto señor, me parece el generador y su cabilla se fueron juntos por la ventana.

El capitán Klith estaba volviendo a respirar a pleno pulmón aire fresco, pero las sugerencias y amenazas de Snnorriz sobre la Corte Imperial le estaban comenzando a poner los nervios de punta.
El sicólogo carraspeó.
- Estuve en la Sala del Trono el otro día, en ocasión en que Su Majestad examinaba las listas de Eficacia Semi-Anual de los jefes de servicio. El emperador puso su dedo en uno de los nombres y me dijo. " ¿Qué opinas de este indivíduo?" yo me volví hacia él y...
Entró un cabo, lanzó una dudosa mirada al spicólogo y saludó a Klith.
- Señor, han traído aquí a ese extraterrestre.
- El Príncipe heredero -estaba diciendo Snnorriz- admiraba esa cabilla...
Klith, que normalmente era un patriota, jamás se había sentido tan anarquista.Se puso de pie malhumorado, miró a traves de la ventana y señaló a un lugar diciendo :
- En aquel parapeto de abajo está su preciosa cabilla. Voy a enviar a un guardia para.. -Klith parpadeó. La cabilla, con su labrada y destelleante cabeza argentada, estaba oscurecida por un ligero empañado purpúreo. Sonó un triunfal graznido, y el parapeto se quedó vacío.
- ¿Dónde está? -restalló Snnorriz, acodado junto a Klith-. Usted dijo...
- Un ave de presa acaba de salir volando con ella. ¿Puedo yo hacer algo contra eso?
- ¿No esperará que crea...?
Al fondo, podía oirse al primer teniente Grul ordenando perentorio al cabo :
- ¡Tráigalo aquí en seguida !

Klith y Snnorriz seguían aún dándose grandes voces.
- Señores -anunció el cabo con voz comedida dirigida a un anfiteatro exterior - ahí está, bajo custodia el BRUJO EXTRANJERO.
Snnorriz y Klith giraron sobre sus talones como sobre pivotes.
Hedding estaba intentando deducir lo que sucedía, cuando los guardias le empujaron de pronto hacia adelante.

- ¡EL BRUJO EXTRANJERO -bramó una voz-.¡ bajo custodia!

Hedding fijó la mirada en un felino de aspecto malvado, con túnica de cuero, acompañado por un dandi de casta superior, con atuendo de terciopelo negro y blanca gorguera, que portaba una grácil daga de cincelado pomo al costado, y cuyos bigotes tenían los extremos puntiagudamente retorcidos y enhiestos.
Hedding lanzó una ojeada a la estancia de varias ventanas, alzó la vista ante un débil bramido que emanaba del techo y estuvo a punto de hablar, cuando un sonido atronador pasó sobre sus cabezas. Hedding hubiese dado no sé qué por asomarse a la ventana, pero un guardia le sujetaba por cada brazo.
El felino de malvado aspecto miró hacia la ventana.
- ¿Qué es ese ruido?'
Un guardia se presentó en la puerta.
- El vigía del firmamento acaba de lanzar la alerta, señor. Hay arriba uno de los aparatos voladores de los extraterrestres describiendo círculos.
El felino con la túnica de cuero dijo :
- Di al vigía que nos comunique si desciende más. Ya ven, caballeros, los extraterrestres están buscando al aquí presente. El hecho de que estén describiendo círculos sobre nuestras cabezas, demuestra que saben exactamente donde está.
Hemos de considerarlo así.
- Es difícil señor -dijo un segundo felino vestido también de cuero, pero con distinta insignia-. El individuo no tiene herramientas, equipo o arma alguna. Ni siquiera tiene garras, señor.
- Recuerde... es un brujo.
Esta vez fue el felino de terciopelo quien habló, tras haber soltado una risita condescendiente.
- Ustedes, los de la milicia, pueden luego emplear tal incorrecta terminología, si conviene a sus naturalezas. Nosotros los del Jerarcado Sacerdotal de la Sabiduría Científica, hablamos con más propiedad. -El enrarecimiento del ambiente que siguió a
este pequeño discurso, pareció no ser notado por el orador, quien prosiguió.- Todo lo que ellos tienen es, simplemente, nuestro conocimiento llevado un poco más allá. Sólo Io han refinado algo más. "Brujo". No hay en absoluto tal cosa. ¡"Brujo" ! ¡Cómo, Ies apuesto a que este individuo tan vulgar como parece, podría encajar muy
bien en uno de nuestros estamentos menores! - Dígame, amigo, ¿ a qué Gran Rama del Arbol Madre se ase usted... Materia, Energía, Cuerpo o Mente? Hable ahora. Hedding decidió que un ingeniero de minas
estaba más próximo a la materia que a las Otras tres cosas, y dijo sumisamente.
- A la materia, señor.
- ¿y cuál podría ser su especialidad?
- La minería de goroniuk.
El felino de terciopelo pareció indulgente.
- Así dice usted. Pero, ¿para qué necesitaría alguien el goroniuk?
Hubo un rumor muy en lo alto.Si Hedding pudiese atraer la atención, el controlador de a bordo podría hacer descender a un aparato observador, el cual disponía de un espacioso compartimento de pasaje, y llevaba alimentos, agua y armas. Mas primero tenía que llamar su atención. El felino de malvado aspecto y túnica de cuero, sacó
una correa con tachones de acero en un extremo.
- Va a ser usted interrogado, prisionero -dijo-. La pregunta fue :
¿Para que necesitaría alguien el goroniuk ?
- ¡ Ahórreme esa crudeza! -intervino el felino de terciopelo-. He venido dispuesto a tratar este asunto a mi manera.
- No va a llegar a ninguna parte mimando a los prisioneros. Con unos cuantos latigazos escuchan más atentamente la siguiente vez que se les habla.
- Tonterías. Con ese sistema se consolida su oposición o se les lleva bajo tierra. Mi método hace aflorar las resistencias sumergidas, a una superficie en la que podemos contender con ellos spicológicamente-. Lanzó una ojeada a Hedding-. ¿Qué método le
parece más científico a usted?

- El que usted menciona, incuestionablemente.
El felino de cuero lanzó un desdeñoso bufido.
El felino de terciopelo se volvió a Hedding, mostrando su dentadura con sonrisa fraternal.
- Venga conmigo. Considéreme como amigo.
El capitán de la guardia, Skeerig Klith, paso la hora siguiente sumido en un profundo aburrimiento. Mientras trabajaba en su escritorio, podía oír a Snnorriz llevando a cabo su interrogatorio en una habitación contigua. Aquel no se parecía en nada a los interrogatorios que efectuara Klith. En lugar de las tajantes preguntas Y respuestas, con los ocasionales chillidos del prisionero al aplicarle los medios oportunos para desliarle la lengua, ahora se oían risas de camaradería e interminable conversación. En una palabra, Snnorriz se mostraba mucho más amistoso con el prisionero que lo era con Klith.
En un momento en que el teniente Grul estuvo con él, Klith comentó una
estrepitosa risa en la otra habitación, diciendo :

- Escuche eso. El pisaverde ese parece más contento con el extraterrestre que con nosotros.
Grul gruñó asintiendo y miró a través de la puerta.
- Ahora fuman en un chomizar.
Klith echó un vistazo. En efecto, allá estaba el burbujeante recipiente de cristal con sus quince metros de tubería flexible, en rollos por toda la habitación. El sicólogo fumaba a través de una boquilla, y el extraterrestre admiraba el primor de otra.
Klith rezongó :
- Eso basta para revolver las tripas. Sin embargo, quiero admitir que está obteniendo alguna información.
La voz del extraterrestre estaba diciendo :
- Sí, la atmósfera de este planeta es muy parecida a la del nuestro. Allí la composición es de aproximadamente veinte por ciento de oxígeno, setenta de nitrógeno, dos de amoníaco y el resto de anhídrido carbónico, vapor de agua y gases inertes.
- Muy interesante -dijo una voz extraña- Nosotros no tenemos amoniaco libre. Me pregunto por qué...
Grul miró de soslayo.
- ¿Quién es ése?
Klith fisgó en el interior de la habitación y vio a un individuo delgado de tez descolorida y una oreja chamuscada, que llevaba un ropón negro con estampado de blancos planetas, estrellas y cometas, y una cadena de plata en torno al cuello,de la cual pendía un frasco de áureo chispear.
Klith gruñó.
- Es algún químico. Parece de elevada posición en el Jerarcado.
El extraterrestre estaba diciendo :
- Se desprende de las fisuras volcánicas. No sé la causa,yo soy tan sólo un ingeniero práctico en minería.
- Sin embargo -replicó la voz del químico-, su testimonio puede ser interesante para nosotros. Por ejemplo, hemos sufrido deterioros de tejidos por un rastro de amoníaco.
- Es extraño -manifestó el extraterrestre-. En nuestro planeta siempre llevamos botellas de él con nosotros para aspirarlo de cuando en cuando. Su ausencia hace que se sequen nuestras membranas mucosas. Por desgracia me quedé sin la mía cuando me capturaron.

Oyóse arriba un ruido atronador.
- ¡ Ese maldito aparato ! -dijo Klith.
- Señor -dijo una voz desde la puerta exterior-, el vigía informa que la máquina volante vuelve a describir círculos allá arriba.
- Ya la oigo -respondió brevemente Klith.
Se oyó la voz del químico, diciendo :
- Me alegra que tuviese usted una botella consigo. Voy a enviar a buscarla.
Klith asestó un manotazo a su banqueta, maldiciendo.
- Escuche -restalló-. Ninguna botella de amoníaco va a ser llevada a ese extraterrestre. Puede cegarnos a una partida de nosotros con ella, saltar al exterior, y antes de que sepamos lo qué sucede emplear alguna brujería que haría bajar a ese artefacto volante.
Snnorriz se puso en pie, enojado.
- Estoy seguro de que jamás se le ocurriría tal cosa a un científico. Ya que lo ha mencionado usted, desde luego...

- Pero... - clamó patéticamente el extraterrestre -. Me ¡secaré! ¡No podemos estar sin amoníaco!
- Muy mala cosa -se mofó Klith.
- Eso -se desató Snnorriz-, es inhumano, un ejemplo de la spicología militar que... ,
- Oh -dijo Klith, sacando las uñas-. ¿Esas tenemos?
Siguió un colosal alboroto, en el curso del cual se llegó,como fuese, a convenir que el extraterrestre podía tener una botella de amoníaco junto a su cama por la noche, pero que debía entregarla cada mañana al guardián.
Tras la pelotera, Klith volvió a su asiento, desgarrando algo con las uñas. Grul se esfumó discretamente. De la otra estancia llegó la voz del desconocido diciendo :
-...no puedo comprender cómo se excita usted tratando con una mente militar. ¡son tan suspicaces! Pero debo decir que han mostrado ustedes una gran perspicacia en combinar el sacerdocio y la mancomunidad científica en un sólido jerarcado...

Klith se inclinó hacia adelante, asiendo la mesa con sus uñas, como si quisiera triturarla también.
Sin embargo, la conversación derivó ahora a un oscuro apartado técnico, y Klith, aburrido, volvió a su trabajo Entró de pronto Grul, con aspecto serio.
- Señor, acaban de llegar noticias del Laboratorio Tecnológico del Distrito.
comenzaron a investigar el aparato volador del extraterrestre...
- ¿Comenzaron? ¿ Qué sucedió ?
- Que todo el aparato se desintegró en un montón de polvo negro.
Klith sintió un escalofrío.
- ¡Oh -rezongó sarcásticamente- no son brujos! Todo cuanto han conseguido es ciencia, sólo que un poco más avanzada... ¡ vaya ! Doble la guardia al exterior de las puertas. Traiga una sección del pelotón de motines, y vea que estén siempre a mano
cuando se encuentre aquí ese extranjero. Y cuando lo lleven abajo, téngalos en el piso sobre él. Entre él y nosotros.
- Sí, señor. Pero está completamente desarmado, señor.
- ¿Cómo se puede desarmar a un brujo? Todavía tiene su conocimiento, ¿no es así? ¡ Haga como le digo!
- Sí, señor.
De la otra habitación llegó la orgullosa voz de Snnorriz.
- Eso fue ideado en los primeros días del Jerarcado. Los conductos están trazados de manera que los stobclers tengan fácil acceso a cada celda. Esos conductos se intercomunican de manera que la presa coge pronto el olor del sznivtig. Pero desde luego es sumamente problemático que un stobcler surja de un agujero particular. Esto
les tiene a los prisioneros en tensión nerviosa, constantemente agazapados en los boquetes, esperando. Así no tienen tiempo de causar trastornos.
- Un sistema muy ingenioso -dijo admirativo el extraterrestre-. A los... eh... stobclers de nuestras prisiones se les introduce de manera muy poco sistemática.
- ¡Ya ve usted pues que en algunas cosas les sobrepasamos a ustedes! ¿Le gustan nuestros stobclers? ¿Congenian con su paladar ?

El extraterrestre vaciló, posiblemente remiso a ofender.

- Al principio el sabor nos parece... ah... un tanto "pasado", pero añadiendo una buena dosis de "cáustico lunar" como sazonado...
- ¿"Cáustico lunar"? -dijo Snnorriz con voz perpleja-.Acaso lo conozcamos bajo otro
nombre.
- ¿Cómo está compuesto ? -preguntó el químico.
- Tres átomos de oxígeno por uno de nitrógeno, y combinado con un átomo de plata. Espero que les he dado bien los nombres de los elementos.
- Oh, sí. Veamos... ¡ vaya !, lo que usted ha dicho es lo que nosotros llamamos "celidonato ardiente". ¿Está usted seguro que...?
- Estoy casi seguro.
- Entonces le procuraremos un poco de ello.
Y como Klith se lanzara al dintel, Snnorriz exclamó.
- ¡Está bien! ¡Solo en su celda! ¿No querrá usted que se muera de inanición, no es así?
Tras un violento cambio de palabras con Snnorriz, Klith óbtuvo del prisionero su palabra de honor de que no arrojaría aquel "celidonato ardiente' a la cara de nadie, y de que pondría sus recipientes fuera de la celda por la mañana.
Luego, el prisionero dijo con aire de embarazo que tenía algo que pedir.
- ¿Qué es ello? -rezong6 Klith.
- Mis... eh... mis uñas, no son muy eficaces para atrapar a esos stobclers.
- Podía usted cogerlos en su país, ¿no es así? Quiero decir a ellos o a bichos
semejantes.
- ¡Pero lo que sucede es que los de aquí son tan rápidos! Generalmente nosotros empleamos algunos medios artificiales.
- Lo que usted quiere es un cuchillo, ¿no es eso? ¡Nada que hacer!. Le pondremos en la Antigua Andana, donde son más gordos y lentos
- Klith hizo un ademán con la mano para imponer silencio a Snnorriz-. No en el piso del fondo. Más arriba.
Lo cual satisfizo a todos, y, maldiciéndose a sí mismo, Klith salió, para toparse con Grul que entraba en el despacho.
- La guardia extra se halla fuera, señor, Y una sección del pelotón de motines está en camino.
- Bien -Klith barbotó un colérico epíteto-. ¡ Escúcheles a esos! Están prácticamente como si dijéramos dándose la lengua.
Las amigales voces salían de la habitación contigua :
- Puesto que tanto le gusta el chomizar -decía Snnorriz-, puede llevárselo a su celda. Resulta sedante fumar mientras se encuentra uno agazapado ante la guardia de los stobcler. Nosotros los jerarcas, desde luego, no estamos limitados a ningún método semejante de alimentación consumidora de tiempo.
Pero de cuando en cuando es saludable un poco de primitivismo.
La voz del extraterrestre se elevó agradecida.
- ¡Es usted tan considerado! ¿Hay algo que yo pueda hacer por usted?

Snnorriz ronroneó :
- Nos interesaría, puramente por... ah... razones industriales... que se nos respondiera a unas cuantas preguntas sobre esa... ah... pantalla de energía flexible que tienen ustedes al exterior de su base principal. Si usted pudiera...
- Me alegrará decirle a usted lo que yo... -El extranjero hizo un raro ruido- Dispénseme. Mis tejidos sufren por falta de amoniaco. Quizá si pudiese usted preparar una lista de preguntas... Después de que yo -se atragantó de nuevo-, después de un buen descanso y un sabroso stobcler sazonado con una buena cantidad de " celidonato ardiente..."
- Desde luego -volvió a ronronear Snnorriz-. Lo comprendemos perfectamente. Le tendremos la lista preparada por la mañana.
EI prisionero fue sacado al pasillo proclamando su gratitud. Snnorriz apareció a la puerta de Klith, retorciéndose los bigotes y con aire superior.
- La spicología, amigo --dijo-. Sólo hay que hacérnos los agradecidos.
- Escuche -dijo Klith, ignorando a Snnorriz y asiendo por su ropón al químico
- ¿Hay aIgo que pueda hacer un extraterrestre con un chomizar, una botella de amoníaco y un "celidonato ardiente", o lo que sea?
- Nada en absoluto -replicó el científico, posando una fulgurante mirada en la mano de Klith sobre su brazo Klith apretó el pedal bajo su mesa para cerrar el ventilador.
- Si esta vez no resulta así -dijo- Snnorriz se hará cargo de la Prisión Central.
Hedding estaba encantado de ver al propio Snnorriz acompañarle con los
guardianes a la Antigua Andana.
- ¿Qué le parece esta celda, Hedding?
- ¿Podría tener una, más próxima a una lámpara? Mi visión nocturna...
- Desde luego. ¿Qué le parece ésta? La lámpara de gas envía unos hacecillos gemelos, directamente al exterior de la puerta de la celda.
- Magnifica. Se lo agradezco mucho.
Snnorriz irradió satisfacción y luego esperó solícitamente a que llegasen, un cuenco de agua, el chomizar, una buena provisión de "celidonato ardiente', y una gran botella de amoníaco herméticamente cerrada. Abrió la tapa de hierro sobre el conducto
de los stobcler, e inspeccionó la colocación del sznivtig para proporcionar a Hedding una buena colocación e impulso contra aquéllos.

Luego Snnorriz y Hedding se estrecharon emocionadamente las manos.
Hedding tosió varias veces al cerrarse con metálico sonido la puerta, respiró profundamente y quitó el tapón de la botella de amoníaco.

- Ah-h -murmuró.

Snnorriz y los guardias se fueron corriendo por el pasillo, ante el penetrante olor que se expandió.
Hedding volvió a taponar presurosamente la botella, miró en derredor, y se fijó un momento en el chomizarcon sus flexibles mangueritas. Tomó la botella ambarina de celidonato ardiente y desenroscó pensativamente su tapa.
Klith se despertó tras una espasmódica noche de sueño, hizo unos cuantos ejercicios gimnásticos, se duchó y afeitó, desayunó, y seguidamente bajó a su despacho. Apenas se había instalado en él cuando apareció Grul.
- Klith.
- ¿Qué
- El mimado por Snnorrz -respondió Grul- fue hallado poniendo un aplique a la lámpara de la derecha de su celda. Había hecho una clavija con la tapa del chomizar y
estaba disponiéndola como toma en el reductor del chorro
- ¿Clavija? ¿Quiere usted decir que la sacó de la tapa del chomizar? ¿Con qué la cortó?
- Rompiendo el extremo de una de las manillas de cristal y la empleó para cortar.
Klith sintió que. le hormigueaba la piel.
- ¿y por qué hizo éso?
- Pretende que la luz le molesta.
- Tráigalo aquí. De prisa.
- Ya está en camino.
Klith sacó su correa.
Entró Hedding con un par de curvas bayonetas apoyadas en sus costados para que se diera prisa.
Arriba se oía constantemente un ronco zumbido circular
- ¡Vaya! -gruñó Klith- ¿Usted hizo, qué?
- Un sortilegio -respondió radiante el extraterrestre-. Y si las patas de esos bichos buscadores de sznivtig dieran en cruzar el secado polvo blanco formado en la oscuridad de la noche por la luz de una lámpara de carburo con la manguera de gas en ebullición de un chomizar, avivado con plata amoniacal lunar, entonces...

Una súbita sacudida hizo temblar el edificio.

Hubo un sonido como el de una boquilla de chomizar aplastada por el pie, y bruscamente la habitación se llenó de vapores amoniacales.
Hedding se hallaba ya al otro lado de la ventana mientras los de dentro estaban aún ahogándose. Se situó junto al parapeto y agitó frenéticamente los brazos.
El aparato de observación descendió quedando suspendido muy cerca.
Hedding brincó a su interior.

- ¿Cómo logró hacer. ésto? - dijo una voz a través de un pequeño micrófono
- Este lugar está construido como una fortaleza. No hable. Suba.
- Me hice con material para componer una hornada de acetilo de plata... el acetileno hierve a través del nitrato de plata amoniacal. Ya sabe cuán sensible es la materia seca. Insuflé cierta cantidad en conductos cerrados, puse acetileno en su interior y metí una especie de cebo para que los bichos acudieran rápidamente. Por
fortuna, yo estaba lejos de allá antes de que un bicho diera en el acetilo...
- Ha causado usted una gran grieta en su muro. No le estimarán por esto.
- Siga subiendo. No creo que usted lo haya apreciado.. El acetileno es grande para muchos propósitos. Pero ahí lo tienen embutido en tuberías en una gran sección del edificio.
- ¿Ah, sí?
- Esa explosión resquebrajará algunas de esas tuberías.
- No lo capto todavía...
- Unas cuantas de esas luces deberían permanecer encendidas. Y el acetileno tiene una insólita propiedad. Mezclas del tres a ocho por ciento con el aire son explosivas.
El observador aceleró bruscamente la subida.

El capitán de la guardia, Skeerig Klith, gateó penosamente por entre la maraña de maderos, piedras y cascotes de yeso, y lanzó una penetrante mirada al primer teniente Grul, que parecía estar pasmado. Los del auxilio de emergencia estaban poniendo en
cabestrillo el roto antebrazo izquierdo de Grul. Acá y allá había otros accidentados y heridos con caras despellejadas y vendajes.
La mirada de Klith se tornó ahora funesta, y Grul, que se percató de ello, dijo con voz ronca :
- ¿Señor?
Klith gruñó.
- eche un vistazo a este revoltijo y dígalo de nuevo.
- ¿Decir qué, Señor?
- Que por muy avanzada que esté, la ciencia no es brujería.

Grul abrió la boca.

Pero no pudo lograr que salieran de ella las palabras.

FIN


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