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CUENTOS CIENCIA-FICCIóN
CUENTO PRIMER FUEGO (por Terry Bisson)

«Ambos, el magnate y el científico piensan que las respuestas están a la mano. Hay un único problema, cada uno de ellos se plantea diferentes preguntas»

- Una petición inusual de hecho. ¿Por que debería llevarte a Irán?
- Por que usted tiene el dinero y yo no lo tengo - deseaba expresar Emil pero no lo hizo - Por que yo puedo ayudarle a autentificar su descubrimiento en Ebtacan - especificó.
- ¿Que descubrimiento?
- La llama de Zoroastro.
El Magnate movió su cabeza. Su rodilla había estado balanceándose todo ese tiempo. Era el hombre mas rico en el mundo y claramente uno de los mas impacientes.
Vestía pantalones Lewis y una camisa Gap bajo una chaqueta deportiva de lino. Sus piernas estaban cruzadas y su pie derecho estaba meneándose de arriba a abajo como si no pudiera esperar a salir de la oficina.
Emil había conseguido esta cita solo por mover todos los hilos con influencia y dejar mensajes en cada máquina contestadora. Tenía menos de 30 segundos para establecer su asunto.
- Existe una leyenda que señala que el fuego de Ebtacan es el mismo que Darío adoró - añadió
- Conozco la leyenda - dijo el Magnate. La excavación de Ebtacan era uno de los pocos de entre sus múltiples proyectos que seguía muy de cerca. La mayoría de los mismos los dirigía a través de una u otra fundación, pero su interés en la arqueología era genuino, y profundo. Emil sabía que había visitado e inclusive trabajado en la excavación varias veces.
- La arqueología no trata sobre leyendas - dijo el Magnate -. Es acerca de objetos. Pequeños y sólidos objetos que encuentras en el polvo.
- Y si le dijera que el fuego es un objeto sólido - dijo Emil
El Magnate entrecerró sus ojos famosos en todo el mundo... que parecían infantiles solo en las fotografías.
- Estoy escuchando.
- He desarrollado un modo de fechar el fuego. No las cenizas, no el carbón, no los residuos, sino el fuego en sí mismo.
- Soy todo oídos.
- Usando mi aparato, al cual llamo espectrocronógrafo, puedo fechar una llama hasta el momento preciso de su ignición - explicó Emil - Con la mayoría de los fuegos es solo de una hora o dos. En el caso, de digamos, la llama olímpica, podrían ser décadas. No lo molestare con los detalles técnicos pero...
- Fastídiame con los detalles técnicos - contestó el Magnate
Emil explico como cada llama tiene una única firma espectrocronográfica, la cual se va alterando a través del tiempo a una tasa constante, y como se pierde completamente cuando la llama se extingue.
- Cada nueva llama tiene una nueva firma - añadió -. Con un análisis espectrocronográfico puedo fechar la era de una llama con la precisión de un segundo por siglo.
- ¿Ha fechado llamas así de antiguas?
- No aún - dijo Emil. - Ese es el motivo por el que quiero ir a Ebtacan. Dejando a un lado las leyendas, la Llama de Zoroastro debe ser probablemente de siglos de edad. Fechándola pondré mi espectrocronógrafo en el mapa.
- Así como a mi excavación - dijo el Magnate.
Emil estaba sobrecogido al darse cuenta que había dado en el blanco. Fue entonces por un punto adicional.
- Si encontramos una vela que ha estado ardiendo desde la revolución francesa, podría decirle exactamente cuando el fósforo fue frotado, con un margen de dos segundos. Estimo mi factor de error en 0.8 segundos.
- Lo haré fácil para usted - dijo el Magnate abriendo su chequera y escribiendo a medida que hablaba - regrese a mi oficina en una semana. En el escritorio de mi secretaria encontrara una vela ardiendo. Quiero que me diga el segundo cuando fue encendida la llama. Tiempo standard del Pacifico.
Desprendió el cheque y lo dejo en el escritorio para indicar que la entrevista había terminado.
El corazón de Emil estaba martillando cuando recogió el cheque.
Era de cien dólares.
Una semana mas tarde, Emil se presento en la oficina del Magnate, portando, la que pareció a la secretaria, una pistola de agua.
- Esa es - manifestó ella apuntando a la vela ardiendo en su escritorio
Emil apunto su aparato a la llama y jalo el gatillo hasta que se escucho un beep.
- ¿Es esto alguna clase de broma? - profirió -. Esta llama fue encendida hace menos de tres minutos.
- Una especie de broma - declaró el magnate saliendo de su oficina con una vela ardiendo en su mano. Con dos dedos apago la vela del escritorio y entonces la reencendió con la vela que tenía en su mano.
Emil apunto el espectrocronógrafo hacia la llama y jalo el gatillo hasta que emitió un beep, y leyó el resultado.
- Espero que esto no sea otra broma - indicó - Esta llama es casi de 40 años de edad - 39.864 para ser exactos y puedo convertirla en meses.
- Está bien - dijo el Magnate. Se sentó en el escritorio al lado de la vela ardiente con las piernas cruzadas y el pie derecho meneándose - estuvo muy bien. Fue encendida de la Llama Eterna de la tumba de John Fitzgerald Kennedy en Arlington. ¿Sabía que es ilegal cargar una llama abierta en un vuelo comercial, inclusive en primera clase?. Me vi obligado a enviar un jet alquilado a Washington DC para tu pequeña prueba, pero la pasaste con honores.
Emil pensó en el jet alquilado; y simultáneamente en sus cien dólares.
El Magnate ya estaba escribiendo otro cheque.
- Este es por gastos y por Investigación y Desarrollo - explico. - Mi secretaria le enviará un boleto de avión. Nos veremos en Ebtacan en diez días. ¿Pero puedo darle un pequeño consejo?.
La pregunta era solo de cortesía; el Magnate no espero por una respuesta antes de continuar.
- No lo llame un espectrocronógrafo. Es demasiada ciencia ficción. Solo llámelo una pistola de tiempo.
Se levantó y le entregó el cheque a Emil, entonces apago la llama y abandonó la habitación. El cheque era por cien mil dólares.

Emil no había volado nunca antes en primera clase. Por primera vez deseó que el Atlántico fuera más ancho y el vuelo más prolongado. El lujo, sin embargo, desapareció en Uzbekistán y los dos últimos trayectos fueron hechos en terribles jets a propulsión de Aeroflot.
Ebtacan era un minúsculo cruce de caminos en un vasto desierto, rasguños en arena malva. Emil había esperado magnificas ruinas y todo lo que encontró fueron cabañas de barro con techos acanalados, una estación petrolera que calculaba por ábaco y un tanque ruso atascado, cubierto con grafitis indescifrables.
- Alejandro Magno acabó con todo - dijo el director del sitio, un corpulento profesor de Wisconsin llamado Elliot, mientras manejaban desde la polvorienta pista aérea a la ciudad de tiendas de campaña en la excavación. - Los Macedonios arrasaron los templos, violaron a las mujeres, esclavizaron a los hombres, asesinaron a los niños. - Realizó el recuento con un alarmante regocijo - Entonces, Alejandro personalmente extinguió la sagrada Llama de Zoroastro, que había ardido supuestamente por diez mil años. Pero de acuerdo a la leyenda, fue engañado. La llama ya había sido voluntariosamente guardada en lugar seguro por los sacerdotes. Está preservada en un pequeño santuario a veinte millas al norte de aquí.
Veinte millas en el Irán del norte eran como recorrer doscientas en California. La mañana siguiente, Emil se encontró a sí mismo traqueteando a través de las negras arenas en un Toyota Land Crusier, expertamente conducido por una asistente graduada de Wisconsin. El profesor Elliot rebotaba en el asiento de atrás.
- Me lo he encontrado varias veces y ha sido correcto conmigo - indicó la asistente graduada - Por un lado, no se interesa con cada mujer que tropieza. Por otra parte, realmente se preocupa por la arqueología. Tiene valores.
Su nombre era Kay. Estaba hablando sobre el Magnate, un alumno de Wisconsin. En algunos momentos Emil tuvo la impresión de que el propósito de sus negocios a nivel mundial y sus actividades filantrópicas consistía en que conversaciones como esta llegaran a sostenerse.
- Es interesante que se encuentre excavando esta cuidad que fue saqueada por Alejandro - dijo el profesor Elliot. - En muchos sentidos es un Alejandro Moderno. Nada puede levantarse contra él, o al menos contra la tecnología, el capital y las conexiones que domina.
La Llama de Zoroastro estaba en una caverna artificial, esculpida a partir de un acantilado de piedra arenisca. Era mantenida y preservada por una pequeña camarilla de monjes que se mostraban renuentes a dejarla ver a los no creyentes. Pero el Zoroastrismo es una fe obsoleta y sitiada, y había sido bastante fácil convencer a los oficiales locales que el santuario era, como Ebtacan, parte de la «Herencia de la Humanidad».
Los monjes habían recibido ordenes. Ya habían dejado entrar al profesor varias semanas antes. Lo hicieron otra vez, benévolamente pero con reluctancia.
La llama ardía en un voluminoso cuenco de oro batido. Un joven monje la alimentaba con ramitas de una pila apoyada contra un muro. Las ramitas eran testimonio de la diligencia e ingenuidad de los monjes, puesto que el desierto era árido en varias millas a la redonda. Emil descubrió mas tarde que la madera era traída por los fieles de lugares tan lejanos como India.
Emil apunto su «pistola de tiempo» a la llama y jaló el gatillo hasta que emitió un beep. Comprobó la secuela y dejo escapar por lo bajo un silbido.
- ¿Que es? - preguntó el profesor Elliot
- Solo lo que ellos declaran - contestó Emil. Les mostró al profesor y la estudiante el resultado.
- ¡Jesús! - exclamó Kay
- Cuando este fuego fue encendido, Jesús estaba tan lejos en su futuro como está ahora en nuestro pasado - expuso Emil
La llama tenía 5.619,657 años de existencia.
- Así que era verdad - profirió Elliot con aspecto atónito.
Emil cabeceó.
- La mayor parte de ello. Con certeza es verdad que la han mantenido ardiendo desde mucho antes del tiempo de Alejandro.
- Jesús - repitió Kay otra vez agitando su cabeza. Emil noto que ella era mas atractiva con sus ojos abiertos y sus labios separados. La suavizaba.
Los monjes miraron complacidos mientras acompañaban a sus invitados de regreso hacia afuera al resplandeciente sol.
Esa noche Emil y Kay pasaron la noche juntos, fuera de las tiendas, bajo un millón de estrellas. Era solitario en la excavación, explicó ella, aunque pensando que no tenía realmente por que estarlo. Tenia un novio, pero el estaba en Madison. Ellos mantenían un acuerdo.
Emil sospechaba que ella y el Magnate habían compartido el mismo panorama del cielo del desierto. De algún modo a él no le importaba. Era un atardecer glorioso. Kay era una chica memorable, de senos pequeños, gran ánimo, concisa, práctica, llena de recursos y con iniciativa.
Y Emil nunca había visto tantas estrellas.

Al día siguiente regresó al «mundo» o al menos a Nueva York. En la tosca pista de aterrizaje se sorprendió de encontrar al Magnate en persona, llegando en helicóptero. Estuvo un poco renuente a hablar sobre lo que estaba haciendo pero Emil lo descubrió once meses después, cuando fue invitado a la presentación de la Llama de Zoroastro en el Metropolitan.
El Magnate fue mas que generoso en sus alabanzas a Emil y su pistola de tiempo, como la llamo cuidadosamente. Y más que abierto y espontáneo en su corta pero sustancial discusión privada.
- Ayudé al gobierno con su deuda a cambio del santuario. Ellos hicieron su propio trato con los Zoroastrianos. El santuario siempre ha sido una considerable vergüenza para un gobierno fundamentalista. El Islam, como usted sabe, es una religión moderna. Post-cristiana.
- Usted lo compró, - recalcó Emil.
- Es un artefacto - alegó el Magnate - ahora que lo has autentificado, pertenece a toda la humanidad.
En el Metropolitan la llama se alimentaba de gas natural. Emil no pudo evitar hacerse preguntas comprometidas ¿qué habría sucedido con el joven monje que la había alimentado con ramitas?. ¿Sería ahora un taxista en Cairo o en Queens? Era como preguntarse que le habría ocurrido a un soldado del ejercito de Darío. El destino de Alejandro era conquistar el mundo, no contar sus gorriones.
El profesor Elliot estaba en la inauguración, pero no Kay. Emil se sentía decepcionado. Había estado entretenido con la fantasía de una cita. Inclusive se la había mencionado al Magnate, quien dijo ensoñadoramente
- ¿Kay?. Tengo tantos proyectos...
Emil por lo visto seguía siendo un sirviente, por cada año en el aniversario a su visita a Ebtacan consiguió un cheque de cien mil dólares. Pero nunca recibió una llamada. Lo cual estaba correcto, él prefería su independencia. La Llama de Zoroastro había colocado su pistola de tiempo en el mapa, y durante los siguientes dos años autenticó (y fechó) el hogar de la misión de San Gabriel en California
(221,052 años) y la flama de una veta de carbón en la Isla de Bafffin (797,563 años).
La pistola de tiempo era una aceptada herramienta arqueológica, pero tras la primera conmoción de interés, no había tenido mucha demanda. ¿Cuántas llamas necesitaban ser fechadas?. Emil trató de interesar a los astrónomos, pero el aparato no parecía funcionar a distancia. Todos los guarismos devenían incorrectos. De acuerdo a la pistola de tiempo, las estrellas no eran tan viejas como la Tierra.
Emil descubrió que le había sucedido a Kay dieciocho meses después, cuando recibió un correo electrónico sugiriendo un encuentro en el Oak Room en el Plaza.
Ella no estaba sola.
- Este es Claude - apuntó, introduciendo a un negro joven con jeans y una chaqueta de seda cruda. Claude tenia un notable acento francés, el cual fue más tarde localizado hacia Kinshasa y Paris.
No le gustaba a Emil. Su cabeza era demasiado grande para sus estrechos hombros. Fumaba Galouises.
Ordenaron tragos. Kay les dejo saber que el Magnate estaba corriendo con los gastos.
- He trabajado para él desde que obtuve mi doctorado - informó. - «Proyectos Especiales». - ¿En verdad el magnate no la recordaba?, - hesitó Emil. ¿Recordaba Alejandro cada ciudad que había saqueado?.
Claude no era un novio. Ni siquiera, estrictamente hablando, un colega, sino un estudiante de divinidad de Yale.
- Religiones comparadas, y he descubierto - declaró - la religión más vieja del mundo. Eso creo. Así como una de las más reducidas. Se llama Ger’abté, lo que significa en Wolof montañés, primer fuego.
- ¿Recuerdas a los monjes en Ebtacan? - mencionó Kay, posando su mano sobre la muñeca de Emil - Es el mismo caso. El propósito entero de la religión es guardar un fuego.
- Lo recuerdo, - replicó Emil.
- Guardar una llama - concretó Claude - He entrevistado uno de los sacerdotes Ger’abté, un defrocké. Un rebelde, un fugitivo. Lo conocí en Paris el año pasado. Pretende que la llama que ellos llaman Ger’abté es la primera llama encendida por la humanidad. Eso provee un chemin sans brisé, un vínculo ininterrumpido desde los primeros humanos hasta hoy. Esta llama esta guardada y mantenida por un clero secreto en lo alto del macizo montañoso del Ruwenzori
- Las Montañas de la Luna - detalló Kay
- Mirando al Valle del Rift - especuló Emil
- Exactamente - adujo Claude - Ellos tienen la localización correcta. De acuerdo a la mayoría de los antropólogos, esa es el área donde evolucionó inicialmente la humanidad.
- Lo que sea que signifique - dijo Emil: - Habla, postura erecta, herramientas...
- Fuego - insinuó Claude - Cualquier cosa que pienses, el fuego es la clave. Separa a los humanos de la bestia.
- Entonces, tu les crees.
- No, por supuesto que no - Claude prendió otro Galouise de su ultima cajetilla. Los cigarrillos hasta ese momento habían formado una cadena ininterrumpida, como la Llama de Zoroastro o Ger’abté.
- Pero deseo descubrir que tan viejo es el fuego - insinuó Claude. - Si de hecho tiene varios milenios de edad, cambiará por completo nuestra visión de las así llamadas religiones «Animistas» de África y, ¿como debería decirlo?, de sus cimientos.
Este hombre tiene una agenda política, pensó Emil. Pero por otra parte, ¿quien no la tiene?
Hicieron planes durante la cena. Más tarde Emil se encontró en una suite del hotel Plaza con Kay. Ella estaba, si acaso, aún mas inventiva y consumada que antes. Una amante memorable. Amor sin posesión o sin siquiera el deseo de posesión, eso era lo que significaba compartir una mujer con el hombre mas rico del mundo. Era como si el Magnate reposara al lado de ambos. De un modo extraño, eso se añadía al placer de Emil.
- ¿Sabes que hizo él con la Llama de Zoroastro? - pregunto Kay.
- Claro. La compro y la puso en el Museo Metropolitano de Nueva York.
- El la extinguió primero.
- ¡¿Que?!.
- Es un hombre extraño y impulsivo - explicó Kay -. Siente esta conexión mística con Alejandro. Tiene esta obsesión por la historia, acerca de romper con el pasado al mismo tiempo que lo estás reconociendo.
- ¡Pero el maldito punto era que la llama era auténtica!. Tan pronto como vuelva a ser fechada...
- ¿Por que debería serlo?. A menos que tú lo hagas. Y tú estas en su nómina. Por así decirlo.
Ella sostuvo sus pequeños senos, uno en cada mano, como frutos de granadas.
- ¿Te vas a quedar toda la noche?

Los Ruwenzori desde el aire eran una aterrorizante maraña de nubes y hielo y piedra. Emil había descubierto en sus dos años con la pistola del tiempo que estaba inadaptado para trabajo de campo serio. No le gustaban pequeños aeroplanos o breves campañas de investigación in situ.
Este viaje tenía de ambos
Claude había estado aquí antes. Kay y Emil se quedaron mientras él exhibía un texto y alquilaba un guía. El guía no era un iniciado Ger’abté, pero si parte de la secreta y presumiblemente antigua red de creyentes que mantenían a los sacerdotes que a su vez conservaban la llama.
Kay arregló el transporte. Tomaron un helicóptero hacia un villorrio en una alta loma en la cordillera; un Land Rover (aun no habían sido reemplazados por Toyotas) hacia una aldehuela más pequeña en una loma más alta; y caminar el resto del camino.
Los Ruwenzori estaban envueltos en niebla, como fantasmas. El guía se puso en marcha por el sendero forestal, una larga cinta de lodo.
Claude apagó su cigarrillo antes de seguirlo.
- Podríamos haber hecho en helicóptero todo el camino - dijo - pero eso podría haber ofendido a l’enfants.
- ¿Los niños? - inquirió Claude
- Oui, los Niños. Así se llaman a si mismos - explicó Claude - Es un interesante contraste con los sacerdotes europeos, no lo crees, que se nombran a si mismos como Padres. Estos sacerdotes, hay sólo tres en cada momento, se llaman a si mismos los Niños del Primer Fuego, Ger’abté.
- Manteniendo vivo el espíritu de sus ancestros - apuntó Emil
- Pas de tout. - el reproche de Emil era agudo. - Esto no es simple adoración a los ancestros africanos. Ellos no creen en dioses o fantasmas. Es una cosmología antrópica: los seres humanos crearon un fuego, entonces buscaron información y vieron las estrellas, así engendraron el universo tal como lo conocemos. Su trabajo es seguir manteniéndolo.
- El reconocimiento ritual del fuego como la fuente, el origen de la conciencia - aseveró Kay
- ¡Non! Una tarea, no un ritual - reiteró Claude -. Manteniendo el primer fuego. Ger’abté. Ni nada más, ni nada menos.
Vaya gilipollas arrogante, pensó Emil
El primero de los Niños los encontró al atardecer y los desvío del camino a través de un desfiladero estrecho. El guía emprendió el retorno. Su nuevo guía era un hombre de alrededor de cincuenta años de edad, tieso y con la piel carbón, vistiendo una desteñido manto de lana azulado con capucha sobre brillantes Nikes. En fila india, cruzaron un campo de nieve orillado por un diminuto lago esmeralda y se dirigieron arriba, a las morrenas (montones de guijarros y rocas depositados por los glaciares en las laderas montañosas) de una cuesta en declive otra vez dentro de las nubes.
Como en Ebtacan, el santuario estaba en una cueva. El portal era un perfecto semicírculo excavado no a partir de piedra arenisca sino de un granito bruñido que brillaba como mármol.
Cerca de allí esperaba un hombre mucho más viejo, vestido con el mismo tipo de manto azulado. Le habló a Claude en un idioma y a su compatriota en otro.
Claude le entregó a cada uno de los dos un paquete de Galouises. El no había fumado desde el Land Rover. Estaban a casi 3000 metros y el aire era ligero y frío.
Los dos Niños guiaron a los tres viajeros dentro de la caverna. Solo tenía cinco metros de profundidad, el tamaño de un garaje pequeño.
Una alfombra persa cubría el suelo. Varios tambores plásticos de diez galones estaban hacinados cerca de la puerta.
Una minúscula flama, ardía en un hueco en la roca, que estaba lleno de petróleo. La mecha parecía ser musgo retorcido.
Un hombre viejo, mas viejo que los otros dos, vigilaba el fuego, añadiendo petróleo de un barril abierto con un largo cazo de hueso de marfil.
Astuto, caviló Emil, la llama se mantiene pequeña. No tienen que traer ramitas desde la base de la montaña. Solo petróleo.
Se preguntó si había hablado claro y fuerte. El anciano le respondió, pero no directamente.
- El dice que en los temps perdu (épocas remotas) era alimentado con ramitas - señaló Claude - Entonces ellos aprendieron a usar grasa.
- Pregúntales que tan viejo es el fuego - propuso Emil, mientras extraía la pistola de tiempo. La leve alarma de los Niños se transformo en curiosidad cuando comprobaron que no se trataba de un arma.
- No tienen una respuesta en años - informó Claude. - Ellos dicen beaucoup. Muchos, muchos, muchos.
- Pregúntales sobre los primeros seres humanos - detalló Kay.
- Eran mujeres - anunció Claude. - Ellos las llaman madres. No usaban el lenguaje pero mantenían el fuego. Por muchas generaciones, nada de palabras, solo el fuego. Muchas, muchas, muchas.
- Homo Habilis - opinó Emil.
- Homo Erectus - corrigió Claude.
- No lo parece - alegó Kay -. El fuego pudo haber sido usado por el Homo Erectus.
- Pero ellos no pueden haber sido los que lo preservaron ritualmente.
- ¿Por que no? - preguntó Emil.
- El ritual implica lenguaje - explicó Kay - pensamiento simbólico. Conciencia. Inclusive si el Homo Erectus descubrió y usó fuego, el no pudo...
- Ella - observó Claude.
- «Ella entonces» - repitió Kay, que no estaba acostumbrada a ser corregida por hombres en asuntos de género. - Ella no habría construido un mito. No pudo haberlo hecho.
- Te lo expliqué, no es un mito - recalcó Claude - Es una tarea simple. Nosotros somos quienes construyeron el mito. Sapiens. Homo Sapiens Sapiens.
- Como sea - profirió Emil apuntando la pistola de tiempo hacia la pequeña flama. Apretó el gatillo hasta que emitió un beep.
Leyó lo que mostraba la pantalla. Entonces miro alrededor de la cueva hacia los Niños y sus dos compañeros.
- Sagrada mierda - vomitó.
- ¿Huh? - soltaron Kay y Claude
- La flama es de casi un millón de años de edad.
Esa tarde se sentaron alrededor de una pequeña fogata afuera de la cueva y compartieron un brandy impresionante del frasco que Claude había traído con el, solo por si acaso.
- Entonces es cierto - articuló prendiendo su primer Galouise desde el Land Rover.
- Mas que cierto - subrayo Emil - es positivo.
- Parece imposible - expuso Kay - imposible y maravilloso.
- Yo quiero creer - anunció Claude moviendo su enorme cabeza - Tu tienes esperanzas. Y tu no. El mundo real devora tus expectativas.
Había lagrimones en sus ojos. Tomo dos tragos por cada trago de Emil y Kay. Emil estaba empezando a quererlo más.
Kay estaba en el celular, pulsando una larga secuencia de números.
- Le dije que llamaría - explico.
Detrás de ellos, en la oscuridad, los Niños se encaminaban a atender sus asuntos. Nada en su mundo había cambiado. Lo habían sabido todo este tiempo.
Emil durmió afuera con Kay por el fuego. Claude había perdido el conocimiento en la tienda y los Niños se habían escabullido a donde fuera que ellos descansaban, tal vez en la cueva con la flama.
Kay estuvo tan serena, tan calculadora, tan memorable como siempre. Hicieron el amor, y después yacieron lado a lado en bolsas separadas bajo el extraño cielo ecuatorial. Ni una sola constelación les resultaba familiar.
Era después de la medianoche cuando el helicóptero arribó. Habría aterrizado en la cueva si los Niños no hubieran agitado frenéticamente las capuchas de sus túnicas aplastados por la corriente del rotor. El helicóptero descendió en la base del desgalgadero, a una distancia de cien yardas.
La escalada de cien yardas fue el ofrecimiento del Magnate a la tradición. Emil, Claude y Kay estaban esperándolo en la cima de la cuesta.
- Hey, muchacho - le endilgó a Kay y le propinó un prolongado beso en la mejilla. Emil se sentía mas bien lisonjeado que celoso. ¿Cuantos hombres comparten una mujer con un emperador?.
- ¿Y es positivo? - pregunto a Emil, estudiando la lectura, que había sido salvada en la memoria de la pistola de tiempo.
Emil meneo la cabeza.
- Esta llama ha ardido ininterrumpidamente por 859.134,347 años - Gozó diciéndolo
- Homo Erectus - dijo el magnate.
- Oui - articuló Claude, quien aún estaba un poco borracho. - Prehumano. Prelenguaje. Esto cambia todo lo que alguna vez hemos imaginado sobre la evolución de los homínidos. Esto significa que nosotros tuvimos o más bien ellos tuvieron, por ser una especie anterior, la tecnología para mantener y controlar el fuego largo tiempo antes que tuvieran habla o herramientas.
El último fuego de la noche estaba casi extinguido. El frasco vacío de Claude yacía cerca a las cenizas calientes. La niebla llenaba el valle en la distancia y un millón de estrellas ardían encima de sus cabezas
- Lo cual significa que existe un eslabón continuo entre nosotros y nuestros mas tempranos antecesores - apuntó Kay. Sorprendió a Emil tomándolo de su mano. Entonces él observó que ella ya había tomado la del Magnate. - Un eslabón continuo entre tu, yo y el primer humano que miró una fogata.
- Y dentro de sus propios pensées - insinuó Claude tomando la otra mano de Emil.
- Como sea - dijo el Magnate liberando su mano. - Vamos y démosle una mirada.
Los Niños quienes habían estado esperando silenciosamente frente al portal redondo, los condujeron al interior de la cueva de piedra.
El Magnate miró fijamente a la pequeña flama con ojos brillantes y entrecerrados.
- Un millón de años de cultura humana - susurró fuertemente - Y es sin embargo una simple página.
Emil se sintió regocijado por esta reverencia, así como por un trago de brandy. Solo Kay se percató de que estaba a punto de suceder. Inclusive los Niños no estaban preparados cuando el Magnate alcanzó la llama y con dos dedos apagó la llama.
- Y ahora se ha volteado la página, - remató.
- ¡Mon dieu!, grito Claude.
- ¡Buen dios! -, repitió Emil, quien embistió, con los dientes desnudos y los puños apretados, pero el Magnate corrió hacia el portal, chocando contra los recipientes de petróleo. Los Niños se arrodillaron, lamentándose. Kay se lamentó con ellos.
Afuera, Claude y Emil cercaron al Magnate, quien parecía aturdido pero fiero. Claude recogió una piedra.
Encima de sus cabezas, sin ningún sonido, las estrellas se apagaban una a una.
En el suelo, nadie lo noto.

FIN


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