Melchor caminaba bajo la floresta y hacia crujir con sus botas la alfombra de hojas cobrizas. Se deleitaba con la fragancia otoñal que flotaba en el aire, y con la dulce voz del viento. Se dirigía al río para pescar un poco, más aprovechó para dar un pequeño paseo.
Estaba tan embelesado que no sé dio cuenta de la caída de la noche, repentinamente los árboles se pintaron de gris y el cielo de negro, los ojos de los búhos se encendieron como linternas en los huecos de los árboles, y lo peor de todo fueron los aullidos que estallaron en las cercanas montañas... Un ruido se escuchó entre la maleza, Melchor empuñó su arco tensando los músculos, listo para luchar y de ser necesario morir, una pequeña ardilla salió corriendo asustada para luego trepar a un árbol y esconderse. Melchor rió y suspiró... Pero el alivio fue efímero, porque se dio cuenta de que no sabía donde estaba, ciertamente sus pies no habían estado nunca antes sobre aquellos suelos...
Era como si estuviera en una caverna y notó con asombro que estaba rodeado por viejas ruinas; torres y templos de una era ya olvidada, todo cubierto por el musgo negro, viscoso, feo, como todo el paisaje.
Algo le dijo que el terror apenas comenzaba así que sacó una flecha del carcaj y la puso en la cuerda, que brillaba como un rayo de luna. La tierra retumbó, los árboles se movieron como sacudidos por una tormenta, y el supo que el mal estaba cerca, que había caído en la zona prohibida del bosque, la cuál solo despertaba en las horas sombrías.
Temblando decidió que fuese lo que fuese aquello que se abría paso entre los árboles, estaba más allá de sus capacidades, así que se echó a correr, con todas sus fuerzas, sin dirección alguna hacia lugares mas profundos y más terribles...
No supo cuánto corrió, pero hubo un momento en que sus piernas estaban sumergidas y sus pies se movían entre guijarros, y pisaban algas resbaladizas y se fue de bruces... Cuándo levantó la vista se dio cuenta que intentaba cruzar un río y que en las dos orillas lo esperaban sombras vivientes, que se movían de un lado a otro y crecían o se hacían pequeñas, también despedían alguna clase de resplandor, pero no como la luz del sol, o la de los ojos de un enamorado, sino que parecía devorar los contornos de las cosas, volviéndolas más negras.
Melchor nunca pensó que una maldad tan intensa estuviera creciendo en su mundo, eso era imposible. Para el solo existía el verde y la luz blanca filtrándose a través de las hojas, la cacería y el tener que lidiar de vez en cuándo con los lobos. Más el nunca supo, ni quiso saber que había más allá, en que consistía el equilibrio, ni la lucha de fuerzas que se daba allá afuera.
Los seres, se fueron acercando hacia el desde las dos orillas, caminando sobre las aguas como si fuera cosa de todos los días. Armándose de valor sacó su arco y preparó una flecha, la dejó volar como un ave, pero en cuánto toco la materia de uno ellos se convirtió en cenizas, nunca renació.
- Por que ha caído sobre mí esta maldición!!! - Gritó al cielo - Que he hecho para merecer esto?! Oh gran espíritu, si es que hay alguno!... Sálvame!
Y como respondiendo a su plegaria una luz azul-plateada como la de mil estrellas, estalló sobre ellos, matando a los enemigos que eran tocados por ella.
En el centro de la opalescencia flotaba un ser perfecto, parecida a una mujer, pero más hermosa que cualquier doncella... Su piel era pálida como el principio y sus ojos negros como el fin, sus cabellos eran de fuego... Sus cuerpo era frágil como el tallo de una rosa.
- Vete, vete! - Dijo con una voz tan dulce como el amanecer, profunda como el crepúsculo. - Corre antes de que el llegue! Y ustedes, alimañas detestables, regresen a sus madrigueras putrefactas, antes de que me decida a acabar con todas ustedes... Y quiero que sepan que el está bajo mi protección y si se meten con él sufrirán. - Las formas desaparecieron en las tinieblas... - Entonces se volvió hacia él, vete, vete antes de que el venga...
- No, ven conmigo - Dijo el entre lágrimas - Acompáñame a mi cabaña lejos de este sitial del horror... Ámame que yo te amaré... Seré tu esclavo, besare tus manos, tus pies y tu boca si me dejas...
- Que más no quisiera que abandonar esta prisión de desesperanza... Pero no puedo por que mis súbditos han dejado de soñar conmigo, ni piensan en mí, ni si quiera me nombran... Me han olvidado... Por esto la pesadilla crece. Por fin me ha atrapado. Pronto se tragará todo. Ya no quedará un solo reflejo, ni un solo pensamiento dulce... Todo será un reino gris, donde dominarán ellos, ya nada puedo hacer, nada, a menos que...
- Que! Que!
- Que alguien tenga los sueños mas puros... Los atrape y me los dé... Sueños que hablen del bien y de todo aquello que desagradé a la pesadilla... Que estén hechos de mi esencia. Solo así podré romper las cadenas invisibles que me atan. Pero eso es imposible.
- No, no lo es! - Gritó Melchor, con resolución. - En ese momento se escuchó un rugido que estaba en todas partes, también se sintió un frío sobrenatural, que crecía junto con la voz diabólica.
- Corre! - Dijo ella. - El obedeció.
Ni siquiera supo que camino tomó, simplemente corrió y corrió, movido por el miedo y a la vez por el deseo, tampoco supo durante cuánto tiempo, pero pronto estuvo dentro de su reconfortante cabaña, sentado frente a una mesa con las manos temblorosas entrelazadas y la mente lejos en el pasado remoto con sus antepasados danzando alrededor de una hoguera. En los tiempos en los que todos estaban en comunión con ella, con el espíritu floreste. Los de su tribu hablaban con ella todas las noches, aprendiendo la naturaleza de los sueños, como estos son el humus de la vida y las pesadillas encarnan todo lo malo del hombre.
Aquellos días resplandecientes en que los hombres no necesitaban más protección que la de las copas de los árboles, ni más vestido que unas cuántas plumas de águila en su cabeza, cuándo aún eran muchos...
También su sangre le contó la forma en que sus antepasados aprendieron a atrapar los sueños para dárselos a ella en tributo... Esto lo hizo sentir una gran alegría que llenaba de calor todos sus miembros... Pero, esto no duró mucho, porque también vio como la Pesadilla calló sobre los suyos tentándolos, engañándolos...
Así los hombres empezaron a crear cuchillos para matarse entre ellos, arcos y flechas para matar y hachas para cortar madera para construirse casas y hacer fuegos más grandes.
Así el corazón de ella, fue embargado por la tristeza y los hombres perdieron su protección.
Los lobos percibiendo el olor de la carne desesperanzada viajaron desde muy lejos y diezmaron a la tribu... Matando a muchos e inyectando un veneno en los demás ya que eran sirvientes de la Pesadilla la cuál lo había planeado todo a la perfección... Ahora ella, el espíritu floreste, se sentiría culpable y poco a poco perdería su poder.
Melchor también pudo ver como el veneno de los lobos hizo que los niños nacieran muertos o deformes y que solo unos pocos lograran sobrevivir, siendo cada vez menos los nacidos a lo largo de los años, hasta que solo quedó él...
- Nooooo! - Aulló - No puede ser que ese ser tan perfecto... Haya caído por los de mi raza... No puede ser que todo lo que hay a mi alrededor vaya a sucumbir a causa de mi sangre... Debo, si yo Melchor Ojo de Tormenta, siendo el último de la tribu de los Orlos debo vengar los errores del pasado... Y así poder conocer por fin los labios de lo que se llama una mujer, y disfrutar de este sentimiento que descubrí hoy el cuál creo es el amor... Ámame, que yo te amaré!
Así que Melchor salió y recogió algo de luz de luna de antes del amanecer en un frasco y la entretejió con las estrellas que se reflejan en los charcos de agua e hizo con ellas un circulo y una red radiantes a los que colgó unas raíces incrustadas de semillas... Construyendo un atrapa sueños tal como fue instruido por su visión... Lo colocó sobre su lecho y se pasó los días y las noches durmiendo sin apenas probar bocado.
Desde el alba hasta el alba permanecía en su cama, con los ojos cerrados, a un lado tenía una mesita con algunas provisiones, cuando despertaba y sentía hambre solo estiraba la mano tomaba una porción de lo primero que hallara y bebía un trago de vino, inmediatamente después regresaba al mundo onírico.
Esa segunda vida que eligió, era como un inmenso y tortuoso laberinto, en el cuál se perdía una y otra vez cayendo en pozos nebulosos repletos de terrores nocturnos. Siendo todo esto obra de La Pesadilla que metía sus tentáculos confundiéndolo todo, ya que sabía que su dominio estaba en peligro.
Más Melchor no se dejaba atemorizar ni era enganchado por tan viles trampas.
Por fin en una de las tantas torceduras del laberinto encontró lo que buscaba, lo supo al instante... Entonces tomó el atrapa sueños que de alguna forma siempre estaba con él y dejó que la visión entrará en el y llenara de reflejos los hilos que lo formaban.
En ese instante apareció en medio del bosque tambaleándose, no era de noche pero no había luz... El sol era una mancha roja que apenas se vislumbraba a través de la niebla que lo envolvía todo... Los árboles estaban torcidos y negros y aunque ya debería ser invierno no había nieve, solo un montón de ceniza negra, en el suelo en el aire, en las hojas... Hacía frío un frío no natural que helaba el espíritu..
De inmediato Melchor supo donde estaba, pero también tuvo la certeza de que todo el bosque se hallaba en el mismo estado... Gritó lleno de rabia al cielo oscuro que se confundía con la negrura de la tierra. Temiendo que fuera demasiado tarde.
- Maldigo la hora en que fuiste creada, Pesadilla!. - La tierra tembló, el cielo se lleno de estrías luminosas, los árboles se torcieron y gimieron... Un rugido estremecedor surgió de la nada.
- Maldice todo lo que se te antoje mortal... Pero tu y la cosa infecta a la que llamas vida... Ya no existirá.! La doncella que le daba balance a muerto... Perdió las esperanzas porque todas sus criaturas la olvidaron... Y me adoraron sin saberlo... Ahora tu eres el último... Me sorprende porque tu estúpida raza fue la primera en caer... Pero si lo deseas puedes unirte a mí y gobernar en este nuevo mundo! - Melchor empezó a llorar y las lágrimas fueron formando charcos grises a sus pies, pero entonces se escuchó un ligero gemido, como el de alguien que se resiste a morir... Allí entre los arbustos siendo apenas una imagen translúcida estaba aquella por quien pasara tantas penas. Ignorando la voz se puso de rodillas junto a ella, y dejó el sueño en libertad para que ella pudiera entrar en el:
Allí estaba la doncella, más hermosa y más imponente que nunca, vestida de blanco como una novia, con sus cabellos dándole luz al bosque, y sus manos sembrando nuevas semillas. Las flores crecían a sus pies y los ruiseñores la seguían volando y cantándole sus mejores sones... Tras ella iba Melchor, ocultándose entre los árboles, admirándola y besando cada flor que surgía a su paso... Así ella no solo conoció el sueño más puro sino también el amor de un hombre, que puede ser mas fuerte que los mismos poderes de la creación.
Así despertó, toda luz, toda majestad.
La Pesadilla apareció frente a ella, tal como era: Una sombra alada, enorme, con grandes ojos plateados... Lo peor es que eran carentes de vida y era como ser visto por un cadáver.
Así que ambos se miraron fijamente, estuvieron así durante horas, midiendo sus fuerzas.
La pesadilla bombardeaba su ponzoña, intentando debilitarla, sumirla en la tristeza y el odio, pero no lo logró... Sintió como el control se le iba de las manos, las nubes se fueron abriendo como cortinas, los árboles se enderezaron, la ceniza se blanqueó.
Cada vez fue haciéndose más pequeña hasta que dió un alarido y desapareció.
Melchor sintió que la felicidad lo poseía... Pero también el dolor porque supo que desde que todo comenzara habían pasado ya muchos otoños e inviernos, muchos... Que su piel estaba arrugada y que su corazón se había encogido debilitándose. Cayó de espaldas sobre la nieve, pero antes de exhalar su último aliento pudo ver como ella corría a su lado y le decía:
- Te amo, ámame...
FIN