CUENTO Y TODO ESTO PASó... (por Ana María González)
Miré el reloj con ansiedad mientras ponía el punto final a la editorial del lunes. Tras los cristales de la oficina, el ajetreo normal del periódico se desenvolvía sin novedad. Volví a mirar el reloj por onceava vez cuando el repiqueteo del teléfono me sacó un respingo. Fruncí el ceño.
- ¿Bueno? - contesté.
- ¡Michelle! ¡No vas a creer lo que me pasó...!
Mi temperatura subió de 36 a 40 grados en un segundo; por supuesto que no lo dejé terminar. ¡Ah, no! ¡Más excusas no!
- ¡Estoy harta de ti! - grité -. Es la última vez que me plantas. Sólo saldré contigo cuando el infierno se congele, ¿oíste?
Corté la comunicación hecha una furia. Todavía temblaba cuando escuché un cortés carraspeo a mis espaldas. Me volví dispuesta a continuar descargando mi mal humor sobre el intruso, pero mi amonestación murió de asombro. Frente a mí, sentado sobre el termo del café, se encontraba un pequeño ser rojo con cuernos, cuya cola rematada en triangulito se enroscaba y desenroscaba nerviosamente.
- Lamento la interrupción, distinguida dama - dijo, mientras enrollaba a su cuello una bufanda a cuadros blancos y negros. - Debido a causas ajenas a nuestro control, la frase que usted ha pronunciado queda invalidada hasta nuevo aviso, así que será mejor que empiece a comunicarse con su amigo y le pida disculpas.
- ¡¿Queeé?! - tartamudeé.
- Ya me escuchó. Usted y toda esa gente que se escudaba bajo la frase "hasta que el infierno se congele" van a tener que cumplir con lo que prometieron, porque, y me da vergüenza decirlo, ahorita allá abajo hace un frío de muy señor mío... Una falla en la caldera, sabe usted, una pieza que hace milenios no se cambiaba y que ha terminado por tronar; en fin, queda informada.
- ¡Espera! - grité, saliendo del estupor -. Y si no quiero, es decir, qué pasaría si no me desdigo...
El pequeño ser hizo un mohín reprimiendo un estornudo, se arrebujó más en su bufanda y contestó:
- La repetición insensata de dicha frase podría provocar la alteración de las ondas alfa-omega en la estructura multiplanar específica y metafísica terrestre además de creaciones de índole mitagónico en extremo peligrosas.
Me quedé helada. El diablillo chasqueó la lengua.
- En otras palabras - continuó -, sucederá algo malo, realmente malo -. Y desapareció. Ni qué decir tiene que, automáticamente, comencé a marcar en el teléfono.
No habían pasado ni diez minutos desde la extraña aparición (que por otro lado había sido la "excusa" que tenía mi amigo para dejarme plantada) cuando a la redacción del periódico empezaron a llegar noticias asombrosas procedentes de todo el mundo.
- El Presidente y el congreso de EE.UU. levantan el embargo a Cuba, Clinton promete ayuda a la isla, - decía una.
- Paz en la extinta Yugoslavia, el Presidente serbio ordena el cese al fuego y la retirada de los ejércitos de la capital de Bosnia, es tiempo de reconstruir, dice.
- México se recupera de su crisis económica. Los ex-presidentes Salinas, Echeverría y López Portillo expresan su arrepentimiento. Más de 575 millones de nuevos pesos regresan al país.
¡Era increíble! El mundo cambiaba ante mis ojos. La avalancha de noticias era tal que el Periódico tendría que salir doble.
Encendí la televisión.
El comentarista del noticiero en turno tenía cara de aturdido y recitaba precipitadamente las pantallas de sus computadoras.
- Capos de la mafia y la droga que se entregaban, guerras que habían durado décadas llegaban a su fin.
- Empresas millonarias repartían sus riquezas entre sus empleados.
- Los chinos abrían sus fronteras.
- Madonna ingresaba a las Carmelitas descalzas.
Claro que esto no podía durar. Tras una semana muy ajetreada la gente empezó a acostumbrarse a usar otras frases para hacer sus juramentos.
- ¡Buenos días!
Me atraganté con el café y un poco se derramó en mi blusa. Sentado sobre el termo, el diablillo sonreía amigablemente balanceando sus pies rematados en pezuñas.
- Traigo noticias, querida dama - dijo -. Las calderas infernales recibieron hace un rato la pieza de recambio.
- Se tardaron mucho, ¿no? - tuve el valor de comentar -. Han ocurrido montones de cosas en dos semanas.
- Bueno - sonrió pícaramente -, el tiempo siempre es relativo, ya sabe lo que es estar condicionado a la buena voluntad de terceros, sobre todo cuando éstos tienen el poder.
- ¡Cómo! - exclamé -. ¿También ustedes?
- ¡Oiga! La tecnología celestial es cara y si a eso le aunamos la burocracia existente, acuerdos sobre almas y todo eso... pero ¡en fin! Vengo a avisar que desde hace diez minutos el infierno vuelve a ser el lugar cálido y acogedor que siempre he conocido y usted puede desear otra vez que se congele, aunque esto no sucederá por lo menos en diez mil años, que es la base de la garantía que nos dieron, así que ¡ta, tal -. Y desapareció.
Poco a poco la normalidad volvió a reinar en el mundo: huelgas, abusos de toda índole, guerras viejas pretextando motivos nuevos y otras lindezas a las que somos tan aficionados empezaron a colorear las noticias. No conozco muchas personas que se atrevan a desear que el infierno se congele; ahora prefieren jurar de una manera menos probable. Es posible que de eso se trate mi editorial para la próxima semana.
La hoja del fax al deslizarse me sacó de mis reflexiones. Sonreí, era mejor ponerse a trabajar. Arranqué la hoja y le eché un vistazo. El texto, acompañado por una linda fotografía, decía así:
Asombro en Nuevo México. ¡Nace un cerdito con alas!
FIN