Añadir esta página a favoritos
CUENTOS CIENCIA-FICCIóN
CUENTO EL FERROCARRIL DE CANNIS (por Colin Kapp)
- El coronel Iván Nash desea verle, señor.
El coronel Belling frunció el entrecejo.
- ¿Iván Nash? Creí que estaba en Cannis con las fuerzas de ocupación. De todos modos, que pase.
- ¡Demasiado tarde! - dijo Nash desde la puerta -. ¡Ya estoy dentro! No puedo esperar ni hacer ceremonias porque tengo mucho que hacer.
- ¡Cuánto me alegro de verte, Iván! ¿Qué te trae por la Tierra?
- Te lo diré en seguida. Vengo por el ferrocarril de Cannis.
Belling le acercó una silla y le ofreció una copa.
- Me temo que estoy un poco al margen de este asunto. No pensé que tú te ocuparas para nada de los ferrocarriles.
- ¿No? - dijo Nash llenando su pipa con cuidado -. De todos modos, ¿qué es lo que tú sabes sobre Cannis?
- No mucho, la verdad. Atmósfera y clima áspero, normal en la Tierra. Población equivalente a la raza humana según la escala de Manueschen. ¡Oh, sí; y volcanes!
- Precisarnente - completó Nash -. No olvidemos los volcanes. Cannis Cuatro es un mundo joven, con una corteza muy delgada. La actividad volcánica está muy desarrollada y en general es muy dura. Por doquier, y en cualquier momento aparecen cráteres de diez a doce metros de diámetro y surgen unas columnas de lava de diez a cien metros de altura. Por eso no hay carreteras en Cannis.
- ¡Pues sí que es un buen sitio! - comentó Belling, volviendo a llenar los vasos.
- Buen sitio y buena gente.
Nash parecía que estaba estudiando el sitio mientras reflexionaba.
- Son como clavos, perversos y variables como el maldito agujero que los engendró. Teniendo en cuenta que no hay ningún espacio llano de más de doscientos metros de diámetro en todo el condenado planeta no se comprende que se haya podido desarrollar una civilización y menos una capaz de lanzarse al espacio.
- Ya he pensado yo en todo eso.
- Pues sí, es para pensarlo. Los canianos son una raza inteligente, son hombres fuertes, de aficiones activas y de alto calibre. Constituyen una cultura mecánica haciendo ensayos y desechando los errores. Pero no conocen la verdadera ciencia como tal.
- ¿De verdad?
Iván Nash hizo una pausa.
- Echamos el infierno fuera de Cannis durante la guerra y ahora no tienen suficiente continuidad de técnica para volver ellos por su propio pie. Si rompes en pedazos una cultura tan altanera como aquella, ¿cómo demonios puedes volver a componerla?
- ¡Qué sé yo! - dijo Belling, hondamente.
- Pues yo tampoco. En conjunto, son buena gente cuando llegas a conocerlos. El hecho de que cogieran Sirates para colonizarlo cuando ya estábamos allí nosotros, fue una mala suerte, por esto nuestra presencia en Cannis es más bien un trabajo de rehabilitación que un trabajo de ocupación propiamente dicho. Si ahora los dejamos que se hundan, perderán más de mil años.
Belling silbó.
- ¿Tanto?
- Peor. Con lo que producen actualmente v con su capacidad de distribución han tenido dificultad para mantener el veinte por ciento de la población a un nivel mínimo de supervivencia sin nuestra ayuda. Y la ayuda con la distancia a que están de la Tierra, es demasiado costosa. Tenemos que lograr que se sostengan pronto por sus propios medios.
- Así, pues, ¿necesitas ingenieros para reconstrucción? - preguntó Belling.
- No, ya tengo ingenieros. Desgraciadamente, aquello no marcha. La tecnología avanzada no es muy apropiada para reconstruir una cultura tan sofisticada. Entre nuestra tecnología y su técnica hay un abismo demasiado grande. Lo que yo necesito son hombres que sean verdaderos especialistas en diferentes ramas. Por eso vine a verte.
- Tienes a tu disposición toda la ingeniería necesaria - dijo Belling -. Tú pide; te suministraré los que necesites.
- Lo que más me interesa son los ferrocarriles. Sin carreteras v sin ferrocarriles aquello no puede vivir, y los ferrocarriles es lo único que puede dar cohesión y vida a su desparramada sociedad. Sin ellos no podrán subsistir.
- Entonces, ¿quieres ingenieros de ferrocarriles?
- No - dijo Nash, tristemente, - no; serían una molécula inútil.
- ¿Cómo?
- ¡Hombre! - dijo Nash divagando y con voz de miedo -. ¿Has visto alguna vez los ferrocarriles de Cannis? Para un guardagujas son una pesadilla y para un jefe de estación, la encarnación del infierno.
- Pero, originalmente, alguien los habrá construido.
- Unos innovadores medio locos y con tanto cerebro como un mosquito, trabajando por separado, cada uno en un sitio distinto y con diferente concepto del asunto. Es un sistema completamente lunático que desprecia todas las leyes conocidas de la más elemental técnica sobre ferrocarriles.
- Entonces - dijo BeIling -. si no quieres ingenieros, ¿qué es lo que quieres?
- Yo lo que quiero es llevarme la brigada U. E. - respondió Nash con decisión.
Belling puso un gesto extraño.
- ¿Lo dices en serio?
- Completamente en serio.
- ¿Tú te das cuenta de qué es lo que la U. E. puede hacer en una situación como esta?
- Comprendo que es peligroso intentarlo, pero a grandes males grandes remedios. Es la última ocasión que tenemos para salvar a Cannis.
- Si yo estuviera en tu lugar, renunciaría.

El teniente Fritz Van Noon, de las escuadras de U. E., miró a su superior cautamente.
- Tengo noticias para usted - dijo el coronel Belling -. Como usted sabe, mi opinión era contraria, desde el principio, a la formación de la brigada U. E. Puede ser que esté equivocado, pero sigo en mi idea. Mi conciencia no se aviene fácilmente con la idea de la ingeniería no ortodoxa. Sin embargo, creo que ha ganado la partida.
- ¿Quiere decir, entonces, que la Operación Hyperon está en marcha?
- Sí, justamente, pero hay una condición. Tiene usted que conservar la brigada a punto para operar, hasta que lo de Hyperon esté listo para aceptar asignaciones fuera de esta reserva. El coronel Nash ya ha pedido, oficialmente, sus servicios.
- Estoy muy agradecido - comentó Fritz preocupado -, pero tengo la sensación de que existe otro motivo.
Aunque Belling sonrió, su sonrisa era de lobo.
- Sí, realmente lo hay. Dígame. Fritz, ¿sabe usted algo de ferrocarriles?
- No, señor, absolutamente nada.
- Entonces, lo mejor es que se busque un libro, porque acaba de ser nombrado inspector de los ferrocarriles públicos en Cannis Cuatro. U. E. irá con usted.
- ¿Cannis Cuatro? Dónde está eso?
- Es el único planeta habitable en el sector de Cannis. Es el que he podido localizar más cerca del infierno.
- Le agradezco mucho la idea, señor.
- Y yo aprecio mucho su tacto, Fritz. Comprende que no es una tarea fácil dirigir una reserva especial de ingeniería, siempre se encuentra un ingeniero entre mil, que no debía haber salido nunca del jardín de la infancia, y mucho menos haberse graduado. Con una reserva de energía como la nuestra es inevitable que hayamos conseguido más que con nuestro cupo de chalados técnicos. El problema ha sido siempre colocarlos en un lugar donde su actividad no fuera peligrosa. Ahora ya no tengo que preocuparme; todo el que contrata a U. E. lo hace bajo su responsabilidad.
- Lo cual revela una deplorable falta de discernimiento dijo Fritz Van Noon-. Yo le propuse a U. E. que destinaran una cantidad para aquellos ingenieros cuya imaginación estuviera por encima de lo normal.
- Lo sé - interrumpió Belling -. Ya he visto algo de nuestra extraordinaria ingeniería. Solamente puedo admitir que el llevarle a usted a Cannis para rehabilitar lo que hasta ahora era territorio enemigo, es una forma de reparar la guerra, Fritz.
- Señor.
- No se preocupe por Iván Nash. Es amigo mío y no acepta tontos alegremente. No trate de atolondrarle como ha hecho conmigo, pues si lo hace probablemente pasará el resto de su carrera entre rejas en una cárcel de Cannis.
- Puede usted confiar en mí, señor. Después de todo, U. E. tiene una reputación que mantener.
- Precisamente esto es lo que yo temía. Ahora, llévese usted el infierno de aquí. ¡Voy a tener bastante jaleo!

La llegada a la Base de Hellsport no contribuyó a que Fritz se encariñara con el planeta. La jaula del transbordador no tomó bien la curva y empezó a dar bandazos de lado a lado. La tripulación tuvo que abandonar los automáticos y bajó la jaula a tierra con control manual. La jaula llegó a tierra con los motores desincronizados y en forma irregular en el lugar de aterrizaje. Esto dio lugar a dos horas de espera mientras que los chorros de agua lanzados sobre el lecho de roca de la base consiguieron enfriarla porque se había recalentado. El segundo jefe, Jacko Hine, le estaba esperando en el bar del espacio puerto. Jacko y un pequeño contingente del U. E. habían llegado antes para hacer una inspección preliminar de la posición. El resumen de este reconocimiento se explicaba por lo cabizbajo y desilusionado que estaba Jacko.
- ¿Qué te parece? - preguntó Fritz.
Jacko le miró serio durante dos o tres segundos. «Feo» - dijo -. Si yo hubiera traído adrede una representación del U. E. para probar lo inútiles, incompetentes y holgazanes que somos no podía haber escogido nada mejor.
- Ya me figuraba yo algo de eso. El amigo Belling estuvo demasiado amable al aceptar esta oferta. De todos modos, esto nos da ocasión de probar de una vez para siempre que está equivocado.
- ¿Seguro? Presta atención y te diré unas cuantas verdades sobre los ferrocarriles de Cannis. Primero: que ninguna sección del sistema funciona, por lo menos, desde hace cinco años. Segundo, que las partes de la instalación que han sobrevivido a las bombas de la última guerra, se han caído por sí solas o han sido destruidas por los volcanes.
Fritz se atragantó con su bebida y Jacko tuvo que darle palmaditas en la espalda.
- ¿Volcanes? - preguntó al fin.
- Sí. Pequeños volcanes. Surgen constantemente. Aun cuando estaban en su apogeo los ferrocarriles de Cannis, una quinta parte de su longitud total estaba siempre sin funcionar a causa de la actividad volcánica. Después de cinco años que nadie se ha ocupado de su conservación y reparación los daños son sencillamente catastróficos. Los ingenieros de Nash reconstruyeron el año pasado cinco kilómetros de vía y lo suspendieron el año pasado, y dos volcanes los destruyeron en una semana.
- Continúa - pidió Fritz, ceñudo.
- Todos los metales nuevos tienen que venir de la Tierra. El plazo de entrega es algo menos de dos años v una nave no puede entregar más de cien toneladas cada vez. Los canianos tienen un metal bueno y maleable, pero no es lo bastante duro. Está muy bien para railes, soportes cortos, pero la resistencia a la tensión es demasiado baja para que se pueda usar en grandes obras de ingeniería.
- Me basta cortó Fritz -, el resto de la miseria lo descubriré yo solo. Tantas lamentaciones me parecen un poco exageradas. Esta tarde voy a ver al coronel Nash, y después quiero ver algunos ferrocarriles.
- En ese caso - dijo Jacko - necesitas otro trago.

El coronel Nash estaba esperándole en el Cuartel General de Cannis. Existía cierto aire de reserva entre los dos oficiales, que Fritz encontraba vagamente familiar.
- Supongo que habrá leído usted el informe sobre Cannis - preguntó Nash -. ¿Qué impresión le hace el trabajo?
Fritz se encogió de hombros.
- Todo depende del tipo de cooperación que tengamos.
- Tendrá usted la que necesite. Esto es a lo que tiene que hacer frente. La rehabilitación nos está costando infinitamente más de lo que nos costó la guerra. No podemos sufragar el hacer héroes
- Lo que yo quiero - explicó Fritz - es bien sencillo: que nos dejen solos, completamente solos.
- ¿A qué se refiere? ¿A la disciplina, a la administración, o a qué?
- A todo. Lo que tiene usted que hacer es ponernos a cien kilómetros de distancia y olvidarnos.
- Esto es irregular - exclamó Nash-. Después de todo son ustedes una unidad del ejército, ¿y qué pasaría, por ejemplo, con los suministros.
- Nosotros nos arreglaremos.
- ¿Y del acero? No pueden construir un ferrocarril sin acero.
- La falta de lo esencial nunca le preocupa a un ingeniero no ortodoxo.
- Pero esto es ridículo - dijo Nash -, yo no he ido a buscarle a la Tierra, solo para que juegue usted a las cartas en la selva.
- Mire - concretó Fritz tranquilamente -, usted necesita un ferrocarril. Ya se ha convencido de que los métodos ortodoxos, no pueden proporcionarlo. Si ahora yo fracaso con los métodos no ortodoxos tiene usted que volver a la Tierra v admitir que la tarea ha sido más fuerte que usted.
- ¡Váyase! - dijo Nash enfadado -. Quítese de mi vista lo antes posible. Le voy a dejar solo como pide, pero le prometo una cosa: la próxima vez que entre usted en Hellsport mejor será que lo haga en tren, porque si no, le denunciaré por insubordinación y le hundiré tan abajo que tendrá que darse por vencido.
- Gracias - dijo Fritz Van Noon -. Es todo lo que quería saber.

Atravesaron la estructura cuya silueta se proyectaba sobre un cielo amarillo-naranja. Esto recordaba a Fritz un muelle junto al mar construido torpemente con pilotes sobre el quebrado terreno de debajo. Jacko tenía una escala de cuerda ata da a la estructura, puesto que el acceso ordinario, que era un montacargas, estaba estropeado sin arreglo posible. Los dos subieron con mucha precaución a la plataforma superior rozando en todos los postes y guías y duchados por el agua sucia de los desagües.
Por encima de los muelles la desolación era mayor. Era una grotesca parodia de una estructura, cuyo mal estilo v forma la hacían diferente y, sin embargo, artística porque la lenta corrosión se la iba comiendo. Era como una película surrealista de horrores que nadie se atrevería a hacer. En el lado más lejano, un letrero torcido, pintado a mano en la pared con tiza, que decía en caracteres canianos: Hellsport Terminus. Final de la línea.
- Esto me recuerda - dijo Jacko - una casita de cartón colocada en medio de un mar de espaguetis mohosos.
Fritz se sintió desilusionado, y circuló entre las armazones de hierro oxidado y cables medio rotos.
- ¿Qué fue lo que ocurrió? - preguntó por fin.
- Nada.
Jacko, le guió separándole de una plataforma tan sumamente oxidada que cualquier pie incauto podía penetrar fácilmente en las profundidades que se abrían bajo ella. Señaló un cono de lava, ya fría, que había caído a través de las vías, en mitad de la estación terminal, destrozando completamente dos vías y llenando las restantes con una fina ceniza volcánica y prosiguió:
Aparte de los estragos producidos por este volcán, lo demás se conservaba como estaba cuando salió el último tren hacia el Norte durante la pasada guerra. Créeme que han estado usando estas instalaciones solamente que los trenes nunca regresaron.
- No puedo censurar a los trenes - exclamó Fritz malhumorado -. ¿Quieres decir que esta chatarra destrozada está todavía en estado de funcionar?
- Según las normas de Cannis, sí.
- Di - preguntó Fritz -. ¿Tenían trenes muy pequeños o qué significa entonces esta especie de laberintos de railes?
- Pregunté sobre esto v parece que cada línea tenía un ancho distinto, según quien la había construido. En una estación terminal como esta hay que atenerse a lo que hay y tratar de sacar de ello el mejor partido, así que hay que encajar una vía en otra lo más aseadamente posible. Sin embargo, cuando haya una dificultad buscaremos la mejor manera de solucionaría.
Fritz aspiró visiblemente desilusionado el aire caliente de la tarde.
- Veamos antes lo peor.
Salieron de la estación al apartadero que servia para ordenar las varias líneas que entraban en la estación terminal. Allí había por lo menos un kilómetro de trabajos estropeados y de mecánica desolación, increíblemente cubierto todo ello de moho. Los soportes y las galerías se conservaban sólidos, con sus uniones, bridas, anclajes, varillas y resortes helicoidales.
Los cables gruesos y los solenoides, yacían ahora bajo el sol como si fueran los huesos de algún esqueleto.
Fritz contempló la escena con desmayo creciente. Jacko se apoyé pesadamente sobre su pie derecho y miró aquel desastre con muy mal humor.
- Lo estamos haciendo bien - dijo Fritz -. Tenemos una estación completa, con un volcán y un patio de desahogo que solo existiría en un mal sueño. Seis líneas que no van a ninguna parte. Añadamos a esto al hecho de que ya no podemos conseguir acero y la probabilidad de que lo que construyamos será destruido por los volcanes en un plazo de seis meses, y nuestra situación es como si estuviéramos subidos en un árbol de goma. No sé si volar el total para que desaparezca y empezar de nuevo, o dejarlo como está y enseñado como ejemplo de cómo no se deben construir ferrocarriles.
- Bueno, y ahora ¿quién es convencional? Yo debía haber pensado que esta ciénaga ingenuidad mecánica debía haber alegrado infinitamente tu corazón.
- No - contestó Fritz - y te diré por qué. Sus constructores no prestaban atención a los fundamentos básicos. Hay cierta fertilidad idiota en construir lo que está destinado a una destrucción segura. Incluso un chapucero sabe trabajar de forma que consiga el mayor rendimiento con el mínimo esfuerzo. Es por esto por lo que los ferrocarriles de Cannis son no solamente defectuosos sino, además, innecesariamente complicados.
- Tomemos como ejemplo este apartadero. No solamente vulnerable sino también totalmente innecesario. Está proyectado para ser completamente automático, con distribución automática, con aislamiento y sistema de señales automático y probablemente a toda prueba. Incluso los ferrocarriles terrestres automáticamente controlados no tienen nada que envidiar a estos en teoría. Pero las faltas provienen de una visión limitada. Podríamos haber hecho todo ello con la décima parte de trabajo y el doble de precisión.
- Sí que debíamos haberlo hecho - dijo Jacko, señalando hacia afuera, a través de las vías donde se veía un rayo de sol en el cual danzaban motas de polvo y ceniza -. Si no estoy equivocado, por aquí cerca va a surgir otro volcán.
- Quiero - expuso Fritz Van Noon - empezar a unos cien kilómetros de aquí en un trabajo agradable y simple. Para cuando volvamos a Hellsport habremos de tener las máquinas y los técnicos necesarios. De todos modos, ¿qué clase de máquinas usaron?
Jacko respiré profundamente.
- No vas a creer lo que voy a decirte, pero las máquinas eran tan extrañas como las vías La máquina Yuara era un vapor que andaba con resina. Dos locomotoras de Manin que eran unos carricoches que andaban con baterías eléctricas. Un hombre vino de Nath en una especie de supergiróscopo y la locomotora de Callin era una maquina que andaba con alcohol hecho con la fermentación de hollejos de leguminosas. Por lo demás, el resto era bastante convencional.
- ¡No sigas! - interrumpió Fritz -. Los canianos parece que se han propuesto vencemos en nuestro propio juego. ¡Hablemos de ingenieros no ortodoxos! Nosotros, comparados con ellos, no somos más que unos aficionados.
- Lo dudo - dijo Jacko -; en mi juventud, pensaba que yo era el peor técnico del mundo, pero desde que te conocí vi que comparado contigo era sencillamente un ingeniero sano y muy trabajador. Todavía no se me ha pasado la desmoralización que me produjo el darme cuenta de esta realidad. Tengo la sensación de que los canianos se encontrarán en una situación semejante. Bajo la mano de Fritz Van Noon los ferrocarriles canianos nunca volverán a ser los mismos.
- Muchas gracias por ese astuto voto de confianza. Ahora lo que me propongo hacer es llevarme un helicóptero al área de Callin, buscar la locomotora y traerla aquí - dijo Fritz señalando con el dedo en el mapa -. Hay un corte en la vía de dos kilómetros. Voy a llevar el resto de U. E. a ese lugar y tratar de reparar el corte. Si lo consigo esto me proporciona una zona para trabajar tan grande como Yuara. Quiero completar este trabajo antes que madure la cosecha de habas de Callin. Tenemos de tiempo dos meses.
- ¿Dos kilómetros de vía en dos meses? Estás loco.
- Naturalmente - dijo Fritz -. De no ser así, no utilizaría la U. E.

La nave de Yuara estaba en lo alto de una roca. El terreno granítico había reducido la actividad de los volcanes de la región a un nivel tolerable, y gracias a la fertilidad del suelo aquello era habitable. La cabeza de línea estaba intacta, pero la línea iba hacia el Noroeste y luego al norte de la planicie y penetraba en una zona baja donde había montículos y postes de lava, cubiertos de vegetación que semejaban árboles sin ramas formando un bosque fantástico.
Este era un mal sitio para el ferrocarril. Desde el aire se notaba, por lo tortuoso de la vía, que esta había sufrido un desastre y había sido reconstruida por lo menos una docena de veces. Algunos trozos estaban completamente aislados de los restos de las vías existentes, como si estuvieran esperando unos trenes que nunca habían de venir.
A seis kilómetros de Yuara estaba el corte. Casualmente había caído una bomba en la vecindad, en un terrero estratificado y había dejado su marca de fábrica habitual. El ferrocarril había sido literalmente hecho papilla. En dos kilómetros, había restos de varillas retorcidas y caballetes desparramados sobre la tierra. Hacia el Norte, a 40 kilómetros, estaba Callin y las fértiles montañas de Cansoon.
En el centro de este corte, Fritz mandó aterrizar el helicóptero, y los servidores del aparato bajaron el pesado equipaje. Reunieron las piezas de frágil aleación de Knudsen y con ellas armaron a toda prisa unos barracones entre los montículos de lava. Unos almacenes prefabricados fueron armados en un tiempo récord en cuanto las máquinas dinodozer limpiaron lo suficientemente el lugar. La forja y las máquinas laminadoras fueron colocadas en sitios estratégicos.
Trabajando febrilmente y sin ninguna dirección que los obstaculizase, los ingenieros del U. E. excavaron ellos mismos una base allí cerca y se instalaron en ella. A la caída de la noche, una nueva ciudad funcional había surgido bajo las oscuras torres de Cannis.
Fritz estaba satisfecho del resultado de esta instalación. Su éxito estaba, principalmente, en que él no pasaba nunca una falta por pequeña que fuera que pudiera notar el más atento observador. Pero el U. E. no era propiamente un equipo. Nadie planeaba ni dirigía sino de un modo general, pero cada ingeniero estaba entrenado para analizar los puntos salientes de una operación y aplicar sus propias actividades para conseguir el máximo efecto. Esto era el mito de la anarquía en una escala práctica y productiva y ¡que funcione! El genio paciente de Fritz Van Noon había producido un milagro filosófico.
Un día apareció Malu. Entró en la base al amanecer. Era un caniano delgado y moreno, con ojos oscuros v húmedos y los ligeros movimientos de pájaro que caracterizaban a su raza. Todos los canianos se fijan mucho en cualquier falta, y una inspección constante de todo trabajo en marcha forma parte para ellos del esquema de las cosas. Después de recorrer todos los servicios inspeccionándolos detenidamente, fue de barracón en barracón hablando a los ocupantes en idioma galácteo con un acento atroz. No encontró a nadie que pudiera entenderle, excepto Harris, quien no solamente hablaba la lengua galáctea, sino también algo del idioma caniano. Harris se dio cuenta de la importancia de este contacto y lo llevó en seguida a Fritz.
- Este es Malu - explicó. - Un ingeniero local que quiere saber qué puede hacer para ayudarnos en los ferrocarriles.
Fritz sonrió asintiendo.
- A ver si me puede encontrar alguna labor local.
Harris lo tradujo y hubo una discusión bastante acalorada. Finalmente, se volvió a Fritz.
- Dice que puede encontrar mucha labor, pero los canianos no quieren trabajar en cuadrillas bajo la dirección de uno; para trabajar tienen que estar completamente libres, y de lo contrario no hacen nada.

- Ya me figuraba yo que iba a suceder esto. Explique que es su cosecha lo que estamos tratando de llevar a Yuara. No será culpa nuestra si no se consigue. Además, está claro que ellos no tienen la habilidad necesaria para hacer el trabajo por sí mismos, pues, de lo contrario, ya lo hubieran hecho.
- Yo ya se lo he dicho, pero no hacen caso. Son una caterva de testarudos. Se morirán de hambre antes que aguantar ninguna dirección.
- Voy a pensar en ello - dijo Fritz, entornando los ojos para mirar al sol -. ¡Qué diablos! Voy a hacer la prueba. Déjalos que vengan todos. Esto, al final, no parecerá un ferrocarril, pero lo que sí garantizo es que será una prueba muy divertida.
Durante este tiempo, Malu había andado de un lado para otro examinando el nuevo aspecto de los barracones Knudsen. Parecía otro estaba preocupado de estas construcciones hechas con estructuras de aleación v volvió a tener, muy excitado. una conversación con Harris.
- Está preocupado con los Knudsen - tradujo Harris -, dice que no debemos construir directamente sobre el suelo.
- ¿Por qué no? Aquí no hay corrientes de agua y el terreno está razonablemente nivelado.
- No es por eso. Malu dice que el liquen es muy sensible a la temperatura. Se pone color castaño donde se desarrolla un punto de calor. Da una indicación diez horas antes que haya que quitar la casa. Si se construye directamente sobre el suelo no se puede ver el liquen de debajo.
Fritz descanso.
- Ya hemos pensado en esto. Entre cada dos barracones hay enterrada una cúpula térmica. Las alarmas son automáticas y no hay necesidad de estar al cuidado. Además de lo cual no están afectadas por el sol y la lluvia como el liquen; de todos modos, no puedes construir un barracón Knudsen sobre zancos, porque se caerían a pedazos.
Harris se lo iba traduciendo a Malu, el cual frunció el entrecejo, moviendo la cabeza de lado a lado.
- Dice que no quedarán bien - continuó Harris -. Dijo esta frase: La gente que vive en casas de magnesio no deben temer a los volcanes.
- ¡Júpiter! No me faltaba más que eso - Dijo Fritz Van Noon.

Era curioso ver cómo el personal caniano y el del U. E. trabajaban juntos bastante bien. Los nativos se daban cuenta de lo limitados que eran v no acometían un trabajo ni cogían una herramienta sin estar seguros de su competencia para ello. La brigada del U. E. era la que llevaba la voz cantante, empezando nuevos trabajos, y los canianos los secundaban emulando cuidadosamente a sus instructores.
Al final del segundo día, una gran extensión de vías había sido limpiada, los carriles habían vuelto a los laminadores y las viguetas y demás material de hierro no estropeado estaban apilados para volver a ser utilizados. Lingotes de hierro maleable eran traídos a mano desde Yuara y la forja y el laminador trabajaban constantemente produciendo perfiles de este metal blando que había que usar en vez de acero.
El metalurgista del U. E. estaba constante y calladamente tratando de averiguar por qué el hierro caniano no se endurecía. Por fin, llegó a la conclusión de que era debido a la mala forma alotrópica de los carbones que había en Cannis e instaló un taller de refinación electrolítica para obtener muestras de elementos menos temperamentales. Dos libras de este acero preparado en el laboratorio tenían un grado tal de fragilidad que se podía pulverizar golpeándolo con un martillo. Aumentando la proporción de sílice v usando carbón caniano, obtuvo un acero tan dúctil como el plomo. Con esto dio por terminadas las pruebas con amargura y se fue a los trabajos de construcción.

La cuarta noche despertó a Fritz un murmullo de voces ante su puerta. Se bajó de su litera, abrió la puerta y salió. Lo primero que vio fue a jacko que estaba tumbado boca abajo examinando el suelo, delante del umbral, con la ayuda de una lámpara portátil. MaIn y dos individuos canianos estaban observando la operación desde una distancia respetable.
- ¡Diablo! - dijo Fritz -. ¿Es una broma?
Jacko se sacudió la ropa con la mano. Tenía un gesto serio.
- ¡Diablo! - dijo -. Esto es un avance de tu destino si no abandonas pronto este sitio. Tu barracón está justamente instalado en un punto térmico.
- ¿Cómo?
Fritz sintió un súbito temblor de tierra bajo sus pies, mientras un humo sulfuroso salía de una de las grietas formadas en el suelo. Se separaron de allí, y no habían andado más de 20 metros escasos cuando sonó una explosión y surgió un chorro de lava roja y brillante. A bastante distancia, se volvieron y vieron que había un volcán en erupción, exactamente en el sitio en que Fritz había estado durmiendo cuatro minutos antes.
- Qué bromas gasta Cannis. Exclamó Fritz, sonriendo -. Esto está resultando una lucha sin cuartel. Puesto que Cannis lo quiere así, yo también voy a jugar sucio.
Jacko vigilaba la furiosa hoguera encendida ante él.
- Creí que habías instalado una termo-cúpula de alarma.
- Así lo hicimos - dijo Fritz -. Cúpulas de platino-rodium a tres metros de profundidad, y esa ha sido nuestra equivocación. porque el azufre y los silicatos son veneno para una aleación de platino. Se conoce que ha habido un corto circuito antes que la alarma pudiera funcionar. Ha sido verdaderamente una desgracia entre un millón, pero podemos arreglarnos otra vez. Habrá que cambiar de sitio el resto de los barracones Knudsen.
- Eso nos llevará mucho tiempo - protestó Jacko -. Tenemos que llevar la cosecha a Yuara. ¿No podríamos, sencillamente, emplear otro tipo de termo-cúpula protegida?
- No es bastante sensible. Una de dos: o nos llevamos los barracones o nos exponemos a freírnos en nuestras camas. No me conformo con la idea de despertarme por la mañana y encontrarme el cuerpo tostado por los dos lados. Y yo quiero, de todos modos, llegar a tiempo a Yuara, aunque sea pasando sobre tu cadáver.
- Yo ya me temía esto. Te traje una máquina que puede servirte de momento y cuyo combustible es estupendo.
- Ya lo veo - dijo Fritz -. Lo estoy oliendo en tu aliento.

Gran parte de las vías podían ser recuperadas, puesto que las bajas velocidades y la poca densidad del tráfico no exigen una alta calidad en los carriles.
Una gran parte del material viejo podía ser utilizada. Las armaduras son las que habían sufrido más. Cuatro, de las cinco, estaban estropeadas por completo, y debido a la mala calidad de aleación del metal, había que echarlas a la chatarra. A medida que el trabajo avanzaba se comprobaba que más de la mitad de lo estropeado no se podía rehacer por falta de material.
Fritz no quería descorazonarse y trazó sus planes de trabajo con gran precisión y secreto, Comunicándolos a Harris y a Malu, que eran los únicos en quienes tenía confianza y a los que les encargaba trabajos especiales. Todos los demás estaban cada vez más desesperados y el pesimismo de Jacko pareció justificado cuando apareció un nuevo punto caliente.
- ¿Dónde está? - preguntó Fritz.
- A la derecha - respondió Jacko; justamente donde puede hacer más daño; bajo nuestra nueva vía y en el centro de un campamento. Tres vías, y todo el trabajo habrá que hacerlo de nuevo. ¿Cómo diablos se puede construir un ferrocarril en estas condiciones?
- No se puede - dijo Fritz -, Por esto vamos a alterar los términos; sigue mi consejo, Jacko, no trates nunca de cambiar el sistema. Es lo suficientemente grande para vencerte; más vale que le ayudes sin cambiar su marcha.
- Sofismas - dijo Jacko -; no puedes detener un volcán.
- ¿No se puede? Cannis y yo tenemos mucho en común. Los dos pensamos del mismo modo, falso y solapado. Es la política de pisar al enemigo cuando está caído. De este modo, obtienes el mejor resultado con el menor esfuerzo. Esto es una lucha personal, y no hay un maldito planeta que pueda más que Fritz Van Noon.
Jacko movió la cabeza con tristeza.
- Hay que mirarlo de frente, Fritz. Estamos vencidos. No podemos continuar sin acero de la Tierra y no es una deshonra ceder ante una imposibilidad física.
- Ya te lo he dicho antes - dijo Fritz con firmeza -, no existe semejante imposibilidad física. Una limitación es un concepto de la inteligencia, pero no una cuestión de hecho. Un aeroplano era una imposibilidad física hasta que la inteligencia del hombre discurrió el modo de dominar el concepto.
- La falta de acero y el exceso de volcanes son también conceptos de la inteligencia.
- Ciertamente, si los consideras como limitaciones.
- Muy bien, prueba tu teoría.
Mientras llegaban al lugar del trabajo, el punto caliente estaba empezando a abrirse. Cuando estaban observándolo, la tierra reventó, y la tremenda presión hizo volar la corteza del suelo. Siguió una explosión más fuerte, el suelo voló y surgió una columna de fuego esparciendo un magma liquido incandescente, que se fue condensando alrededor del cráter para formar la base del cono, a unos 15 metros más arriba, los materiales estaban sumergidos en una corriente de gases recalentados, ennegrecidos y destrozados por la explosión.
Apareció Harris corriendo, llevando un mortero, seguido por Main v dos ingenieros que llevaban varias bombas de mortero. Colocaron el mortero a una distancia razonable y empezaron a preparar las bombas.
- ¿Están locos? - preguntó Jacko.
- Sí - contestó Fritz -, es idea mía. Quiero ver lo que pasa si hacemos que una bomba de mortero estalle dentro del cráter. Tú eres perito en el manejo de armas. ¿Puedes hacer lo que yo quiero sin estropear todo el material?
Jacko estimé la situación en silencio.
- La bomba puedo manejarla - pero los materiales los encomiendo a sus propios dioses.

El resultado fue más espectacular de lo que se esperaba. La bomba salió describiendo un arco con gran precisión y cayó en la boca del flamante cono. Un momento de incertidumbre y después el infierno mismo quedó empequeñecido. La pirámide de magma se extendió con ruido ensordecedor. Las llamas de lava incandescente hervían y echaban humo en el aíre y acabaron por apagarse. transformándose en una ceniza blanquecina y caliente y en chorros de gas hirviente. En la base, donde asentaba el cono el cráter. arrojó un arroyo de lava hirviente como una grotesca bacanal.
- ¿Otra? - preguntó Jacko.
Fritz asintió.
- Lo mismo nos da estar asados como un carnero que fritos como un cordero lechal.
La segunda bomba también cayó exactamente en su sitio; esta vez la lava salió como una tromba, regándolo todo hasta una distancia de 30 metros. Brotó una corriente de llamas que envolvió a los horrorizados miembros del ferrocarril que estaban presentes.
La explosión de calor y el terror hicieron que los espectadores salieran corriendo en busca de un refugio. Harris temía que las bombas que quedaban fuera estallaran. Unicamente Fritz permaneció quieto, con las ropas chamuscadas, tapándose los ojos con las manos y horrorizado con la enormidad de la catástrofe que había provocado. Después, las llamas se fueron apagando y la espuma blanca y caliente fue disminuyendo. El río de lava se transformó en una pasta espesa y rojiza de la cual salían columnas de azufre recalentado.
“Dios me valga”, exclamó Fritz Van Noon.
A la mañana siguiente, los restos del volcán no daban signos visibles de vida. La lava se había esparcido formando una gran capa, todavía caliente, pero lo suficientemente sólida para soportar el peso de un hombre. El liquen ya había empezado su asalto a las regiones más frías ansioso de empezar la simbiosis para que después creciera la hierba.
Jacko tenía terminados los cálculos cuando Fritz estuvo listo para la inspección.
- Eres un genio. Hay el suficiente material en esta torta de lava para formar dos volcanes de un tamaño medio en este distrito. Esto quiere decir que lo hemos vaciado completamente. Con un poco de suerte va no volverán a tener aquí un volcán durante sesenta años. A menos que aparezca un volcán bajo un pie derecho, podemos tratarlo del mismo modo que a este. Esto simplifica la vida para siempre.
- Pero, precisamente. lo que me preocupa son los pies derechos. Porque el trabajo de la máquina cerca de ellos los hace vulnerables por su base. ¿Qué sucedería al ferrocarril si fallan sus pies derechos?
- Creo que sobre eso podemos estar tranquilos - dijo Jacko con candidez.
- No te fíes - dijo Fritz -. Tenemos enemigos. Si los U. E. vuelven a casa derrotados, seguramente tratarán de hundirnos. Hay entre nosotros muchos técnicos y ayudantes descontentos con este servicio. Ninguno de ellos se sentiría feliz con volver a su trabajo serio de ingeniería mientras puedan estar aquí con nosotros y tomar el trabajo como un juego de niños bajo la menor vigilancia posible. No podemos dejarlos que hagan lo que quieran. Además, aquí, en Cannis, hay otras cosas en juego, no es solamente el ferrocarril.
- Me figuro que tienes razón - consintió Jacko.
Pero fíjate en el problema. No podemos construir una vía sobre el suelo a causa de tantos conos como hay. Aun suponiendo que pudiéramos, llevaría años nivelar el terreno. Así, pues, construiremos sobre roca y pequeños conos. Esto es sensato, aunque parezca grotesco. Pero no puedes parar un volcán que surge por debajo de la obra hecha. Ni siquiera los canianos pudieron nunca encontrar el modo de evitar esto.
- Yo puedo - afirmó Fritz, tranquilamente -. Pero es peligroso intentarlo. Fíjate que hay un lugar en Cannis donde nunca surge un volcán.
- Lo dudo.
- Pero es completamente cierto. Un volcán antiguo puede agotarse y desaparecer, pero nunca aparece un volcán nuevo donde hay uno viejo en actividad. Supongo que es por la diferencia de presión.
Se interrumpió de pronto haciendo un gesto extraño.
- Me pareció oír un helicóptero. ¿Esperamos visitas?
Jacko tomó unos gemelos de campaña y estudió el helicóptero, ahora visible en el horizonte.
- Complicaciones - dijo -. Parece que la administración debe de haber descubierto dónde estamos. O estoy muy equivocado o es una comisión de Hellsport.
- ¡Vaya por Dios! - exclamó Fritz - ¿Puedes encargarte de ellos? Porque yo tengo que trabajar. Apuesto que ese maldito grupo viene a complicar los trabajos y a estropear las cosas.

En el helicóptero había dos individuos civiles terráqueos. El más alto de los dos parecía llevar la voz cantante, mientras que sus acompañantes parecían más bien unos técnicos consultivos. Desde el muelle de aterrizaje empezaron a inspeccionar detenidamente los pilares, vigas y angulares, y el más bajo de los dos empezó a explicar a su compañero algunos detalles sobre la construcción de ferrocarriles, que Fritz parecía haber despreciado. Para cuando llegaron a la oficina va estaban al corriente de la marcha de la obra.
- Soy Eldrick, planeador y coordinador - se presentó el individuo alto. Me figuro que usted será mister Noon.
- El teniente Van Noon - corrigió Fritz un poco agriamente -. Ya les dije por el radiófono que no perdieran el tiempo en venir hasta aquí.
Eldrick sonrió de un modo tolerante.
- Yo creo que usted no ha comprendido nuestro propósito. Somos el grupo que coordina los esfuerzos de todas las unidades de Cannis paro asegurar que el máximo esfuerzo se concentre en la debida dirección. Estamos aquí para ayudarle.
- Cuando el U. E. necesita ayuda se ayuda a sí mismo - dijo Fritz -. Esta es la principal función del U. E. Nosotros somos independientes, incoordinados e inortodoxos y, generalmente, a prueba de fuego; es más, tengo un certificado que lo demuestra.
Eldrick estaba inmóvil.
- Sigo creyendo que está usted cometiendo un error.
Fritz levantó los brazos como un hombre que se está volviendo loco.
- Todo este episodio de Cannis es un error, empezando porque este planeta improductivo es un tremendo error cosmológico. Si ustedes creen que pueden poner orden en este caos con una varita de virtud y una cédula de ordenanza es que no tienen ni idea de lo complejo que es este asunto.
- ¿Qué materiales tiene usted? - preguntó Eldrick, tajante -. ¿Tiene acero? No puede construir un ferrocarril sin acero. Hay cosas primordiales que arreglar. Hay determinados puntos sobre los que hay que ponerse de acuerdo, pedidos que hay que hacer para la Tierra. La organización es esencial para que marche bien cualquier empresa importante.
- La organización - dijo Fritz - es el último refugio de una imaginación gastada. Es el sustituto mecánico efectista de la iniciativa. No puedo esperar veinte meses a que llegue el acero de la Tierra, aunque viniera cortado a las medidas y netamente calibrado con arreglo al pedido. Si no tengo acero uso otra cosa, no me pregunte el qué.
- Considero su actitud estúpida e innecesaria.
- Esta actitud, estúpida e innecesaria - respondió Fritz -, es la fuerza y la razón que coloca al género humano por encima de los animales. Si no fuera por ella estaríamos quitándonos las pulgas de la espalda los unos a los otros. Ahora, les ruego que se marchen.
- Muy bien - terminó Eldrick -, pero si la necesidad es la madre de la inventiva, usted está en camino de inventos sensacionales. Ya he visto las construcciones que está haciendo aquí, y si cree que en diez años va a terminar una línea de aquí a Hellsport es usted un genio o un iluso.
- ¿Fue esto juicioso? - preguntó Jacko mirando cómo se marchaba el helicóptero hacia Hellsport -. Quiero decir, el echarle de ese modo.
- No contestó Fritz -. Pero ¡por el cielo!, que sonó bien. Estos proyectistas hacen hervir mi sangre. La civilización anda muy despacio a causa del dicho equivocado de que cada cosa debe ser organizada con arreglo a los libros.
- Creo que, sin embargo, tiene sus virtudes - dijo Jacko, pensativo -. Después de todo, mira a los canianos. No pueden aunar suficientemente sus esfuerzos para reparar sus propios ferrocarriles.
- ¿Y por qué? Porque viven con un filosofía equivocada.
- No pueden hacerlo porque están tratando de reconstruir el ferrocarril como estaba antes. Esta no es una actitud sensata.
- No hay ninguna lógica para resolver ningún problema lo mismo que se hacia antiguamente. El ferrocarril de Cannis era un producto de su propia época y los tiempos cambian. Si no tienes los medios necesarios para hacer lo mismo que hizo otro, olvídalo y prueba alguna otra cosa.
- Eso es lo que me gusta de ti - admiró Jacko. Vas constantemente en dirección contraria a la de todo el mundo. Acuérdate cuando nos quisiste enseñar cómo se construye una armadura de hierro a prueba de volcanes sin usar acero.
Fritz sonrió con gesto pícaro.
- Olvidémonos de las armaduras. ¿Puedes aprovechar bastante material viejo para los soportes y los carriles?
- Claro que puedo: pero si no es una pregunta indiscreta, ¿cómo piensas colocarlos? ¿Será por la fuerza?
- No; con los volcanes muertos. Quítales las partes superficiales ¿y qué te queda? Pilares naturales de roca que durarán toda la vida. Arrióstralos entre sí y ya tienes tu ferrocarril.
- Estás completamente loco - protestó Jacko. Naturalmente que resultará bien en una sección corta, pero supónte que tu pequeño cerebro no se ha ocupado en discurrir cómo vas a conseguir que haya una cadena de volcanes en línea recta, aproximadamente, en la dirección que necesitamos. O bien construiremos una línea en zigzag v usaremos trenes triangulares.
- No, aunque se me ha ocurrido la idea. Ya conoces el proverbio sobre Mahoma y la montaña.
- Ahora ya veo que estás vencido - dijo Jacko. - Si no tienes volcanes no tienes nada y no tienes pensada otra solución.
- ¿De verdad lo crees así? Entonces tienes todavía mucho que aprender. Este puede no ser uno de los momentos más brillantes de mi carrera, pero quizá sea el más espectacular.

Al final de la línea donde tenía que estar el próximo castillete, Harrison y Fanning, los dos geólogos del U. E., se reunieron con el equipo de sondeos que estaba allí con la perforadora. Fanning estaba tomando muestras del sondeo y moviendo la cabeza tristemente.
- No me gusta esto, Fritz, hemos penetrado hasta cuarenta metros y la materia sube más caliente que el demonio. Me molestaría mucho que llegáramos a una zona de presión más alta.
- ¿Cuánto nos falta para llegar a una capa dura?
- No lo puedo decir exactamente, pero por la prueba de sonido calculo unos setenta metros, diez más o menos.
- Lo bastante cerca - aprobó Fritz -. Si las muestras que salen de la perforadora son fusibles, creo que debemos suspender ya la perforación.
Fanning se secó la frente y mandó sacar la sonda. Cuando estuvo fuera pararon la máquina y la dino-dozer se la llevó.
Entonces Harris volvió arrastrando cilindros de metal con la natural precaución.
Fritz hizo que se separaran todos del sondeo, ajustó alguna cosa en uno de los cilindros v lo dejó caer dentro del pozo. De momento no ocurrió nada, únicamente al cabo de un minuto empezó a salir del agujero un humo espeso y amarillo. Fritz, acercándose preocupado, dejó caer otro cilindro después del primero. Tuvo escasamente tiempo para separarse. Hubo un estampido como un trueno y una bola incandescente subió hasta el cielo, chisporroteando. Después salieron llamas y una explosión salió del suelo como una fantástica antorcha volante. Mezclado con los gases subía a gran altura un magma recalentado y caía como una cascada de granizo incandescente.
Los que estaban mirando corrieron en tropel para apartarse del terrible pozo. Para cuando Fritz llegó a un refugio ya tenía el uniforme chamuscado por una docena de sitios y tenía la cara y las manos rojas de estar expuestas al calor y cubiertas de heridas superficiales de las chispas que le habían caído encima. Jacko escapó un poco mejor, habiendo esperado a estar seguro de que Fritz podía escapar. Se sentaron en una caja vacía y se curaron con un botiquín de urgencia las heridas, quedándose mirando la imponente voladura que continuaba saliendo con una ferocidad insospechada.
Poco a poco empezó a formarse el cono de lava solidificada alrededor de la garganta llameante y la antorcha subía con una magnificencia majestuosa mientras el cono se transformaba en una vela y después en torre con un brillante faro en lo alto.
- ¡Voilá! - dijo Fritz -. Te regalo un volcán.
- ¡Vete al diablo! Ya te daré yo volcanes - estalló Jacko frotándose las heridas -. La próxima vez que hagas una prueba de estas, hazla tú solo, qué demonios has echado por el agujero?
Fritz sonrió:
- Una bomba super-térmica Kellung y un cilindro de oxigeno por añadidura. El intenso calor generado por la bomba, justamente encima del lecho de un magma activo en ignición, fue más que suficiente para vaciar el volcán. Esta vez el proceso se canalizó por el agujero que habíamos hecho y ahora tenemos un cono en lugar de un charco de magma.
- Per ardua ed asbestos dijo Jacko lamentándose -. ¿Estás sugiriendo que debemos continuar haciendo esto todo el camino hasta Helisport?
- Unicamente - sugirió Fritz - en los sitios en que no tengamos más remedio. Y aún así gastaremos más bombas de las que podamos conseguir honradamente. Afortunadamente hay un camino. En Yuara están los depósitos de municiones y hay más bombas Kellung que las que jamás podamos necesitar.
- Pero ¿nos las darán?
- No dijo Fritz -, pero esto jamás ha sido un obstáculo para Harris,
Tres días después el nuevo volcán estaba apagado.
Alrededor del cono levantaron un andamio y la punta fue truncada con un potente escoplo y martillos neumáticos. Quedó magníficamente situado para el objeto que se pretendía.
La roca silícea se había endurecido como el hormigón y quedó tan derecha y tan firme como si hubiese sido tallada a mano. El yugo quedó sujeto alrededor del vértice del cono por medio de grapas. Encima colocaron unos postes de hormigón armado prefabricados encastrados sobre el yugo para aumentar la altura y a ello se unió la estructura va existente. El resultado fue la mejor armadura que jamás existió en Cannis.
Para U. E. fue un día de júbilo. Olvidados los errores y con las innovaciones que introdujo Fritz y que dieron buen resultado, era ya seguro que la construcción de la línea iba adelante. Al cabo de tres semanas de trabajar con energía, el último carril de Yuara quedó colocado en su sitio. La locomotora volvió a Callin con un stock improvisado de material móvil y dos días después llegaba a Yuara con el primer cargamento de la mayor cosecha de habas desde hacía varios años
Después estalló y voló en pedacitos.
- Y hay algo más - dijo Jacko -. Acaban de arrestar a Harris y al jefe del almacén de armas. Así, pues, no podemos volver a usar las bombas Kellung.
En Hellsport era verano. Las moscas y el polvo hacían el aire espeso y el calor húmedo era tremendo e inaguantable. Aun en el Cuartel general que tenía clima artificial, el polvo se calaba a través de los filtros y la humedad desafiaba a los secadores que debían mantener la humedad y la presión en el grado conveniente.
Cuando empezó el tiroteo, el coronel Iván Nash se irritó mucho con esta nueva fuente de preocupaciones. Llamó a un correo indígena para que averiguara el significado de este ultraje.
- Dicen, Lazib - dijo el indígena un poco enfadado - que el tren viene de Yuara trayendo al hombre más grande de Cannis.
- ¡Tonterías - dijo Nash irritado -. Si no hay trenes en la línea Yuara-Callin.
- Puede que sea verdad, Lazíb - dijo el caniano empujándose la mejilla con la lengua -, pero alguna cosa viene por la línea. mire, puede usted verlo desde aquí.
Nash abrió las ventanas, retrocediendo ante la nube de polvo caliente que invadió el cuarto. Cogió sus gemelos de campaña e inspeccionó el ferrocarril que parecía que bailaba una especie de niebla polvorienta. Vio una cosa que venia por la línea de Yuara, pero la distancia y el polvo le impedían completamente identificar lo que era. Solamente cuando se fue acercando pudo darse cuenta de los detalles del vehículo.
Nash cerró la ventana de golpe. El tren traía una cosa parecida a un helicóptero de los del servicio de tropa, sobre un pequeño vagón, cuyas ruedas eran rodillos más bien cortos y anchos. También se veían varias maquinarias que sobresalían del extraño conjunto y delante venía un caniano con movimientos rápidos de pájaro saltando de traviesa en traviesa y enarbolando una bandera roja.
El tren entró en la estación terminal, se cambió a otra vía y después anduvo hacia delante y hacia atrás para mostrar a todos la facilidad que tenía con sus juegos de ruedas, para maniobrar en cualquier clase de vías. Los canianos se volvieron locos de entusiasmo y empezaron a gritar y a ovacionar de tal modo que Nash pensó que su cabeza iba a estallar. Todavía estaba mirando por la ventana cuando entró en el cuarto Fritz Van Noon.
El coronel Nash le saludó en silencio.
- Muy bien, Fritz; ganó usted hasta ahora. Nunca pensé que podría hacerlo. Lo malo es que tuvo que salirse de la línea para hacerlo.
- Usted, verdaderamente, no ha ayudado mucho - dijo Fritz -. Creí que no podríamos seguir cuando arrestó a Harris por robar bombas Kellung. Afortunadamente Malu, nuestro genio indígena, nos fabricó un sustituto, usando combustible caniano para cohetes.
- Lo sé - dijo Nash -. Tenía mis espías allí. Un esfuerzo eficaz. Pude aprender a soportar la ingeniería inortodoxa, pero la piratería ya es diferente.
- ¿Lo es? - preguntó Fritz -. Tengo aquí una garantía autorizando la libertad de Harris, está oficialmente firmada por la Comisión General en la Tierra.
- Esta orden no sirve - rechazó Nash -; pienso mandar a Harris ante un tribunal militar, con todas las de la ley. Ni siquiera la Comisión General puede mandar sobre mí en la administración interna de mi sector. Dios mediante Harris continuará en la cárcel cuando se ponga el sol. Y cuando tenga la evidencia de su complicidad, irá usted a hacerle compañía. Robar armas es un delito capital. Además, no ha tenido usted tiempo de obtener de la Comisión General confirmación de esa orden de libertad.
- No es necesario - dijo Fritz sonriente -. La orden de libertad para el alférez Harris, forma parte de nuestra orden general de trabajo. Siempre pedimos esto antes de empezar una misión.
Nash se quedó muy extrañado.
- ¿Quiere usted decir que la conducta de este hombre ha sido oficialmente perdonada?
- Perdonada - masculló Fritz -. Por lo que yo entiendo el único delito que ha cometido Harris es el de dejarse coger y por esto pienso reprenderle personalmente. Precisamente, esta es su especialidad. Nos llevó mucho tiempo el encontrar un bandido de este calibre. El fue quien asaltó el First National Bullion Bank y robó un cuarto de millón de libras.
- Pues se pone la cosa cada vez peor - dijo Nash elevando la voz sin creerlo -. ¿Quiere usted decir que emplea un criminal conocido por sus proezas como ladrón? ¿Cómo clasifica esta clase de empleos?
- Obra maestra - dijo Fritz, con aire divertido -. Nosotros necesitamos herramientas y materiales; él tiene que rogar, pedir prestado o robarlos para suministrárnoslos. Es un caso de honor que nunca viene por canales limpios.
- Pero por todos los santos, ¿qué está usted diciendo? - Nash sentía que perdía el control de sus nervios.
- Esto forma parte de la filosofía fundamental del U. E. - explicó Fritz.
Nash relamía su bigote nerviosamente.
- Ya me habían advertido que no discutiera con usted.
Regresó a su mesa y se sirvió una copa. Después de pensarlo un momento se la ofreció a Fritz sirviéndose otra para él.
- Ya veo que usted puede explicarlo todo. No dudo de su habilidad y de que si le dejan hablar sale airoso de cualquier situación. Agradézcame que soy bueno. De no ser así tendría entre rejas a todos sus hombres antes que amanezca.
- Creo que no - repuso Fritz -; me temo esté usted ligeramente defraudado. Esta partida de chapuceros que tengo no es lo que parece. Esto, quizá, sea una falta de ética, pero si intenta usted algo contra nosotros, se encontrará fuera del ejército tan rápidamente que no le dará tiempo a cambiar de sombrero.
- Le advierto... - dijo Nash sonriente.
- Óigame usted primero - interrumpió Fritz -. ¿Ha oído usted hablar de la Operación Hyperon?
Nash asintió:
- El proyecto de penetración profunda. Dos millones de años luz sin posibilidad de volver.
- Precisamente. El U. E. es el equipo elegido para ir.
- No comprendo. ¿Qué cuento es ese?
- No, señor; está muy lejos de ser un cuento. Fíjese que en una prueba profunda en el espacio no es posible llevar nada más que hombres y el pertrecho absolutamente indispensable para tener asegurada la vida. No hay naves de repuesto, no hay almacenes de maquinaria, no hay librería de referencia, y dos millones de años luz de distancia a la Tierra. Entonces, ¿qué clase de hombres enviaría usted? ¿Físicos, que se sienten perdidos sin un laboratorio? ¿Ingenieros, que no pueden obtener acero? No. Mandaría al hombre que sea capaz de hacer un arado de un tronco de árbol, una piedra y un hierro viejo; al hombre que tiene de toda su vida la costumbre de transformar todo lo que cae en sus manos en algo que pueda serle útil a sí mismo.
- ¿Y este es el concepto de la filosofía que tiene U. E.?
- Justamente ese - aclaró Fritz -. Nuestra época es de alta y compleja tecnología. Especialización y estandarización son las palabras clave de nuestra civilización. Pero así como las espacionaves nos llevan lejos por la Galaxia, igualmente las ataduras que no nos dejan alejarnos de los centros de orden y de sabiduría tienden a relajarse cada vez más. Uno no puede llevarse consigo su tecnología. Las cosas se presentan desnudas.
- Una hábil manera de quitarse importancia - admiró Nash -. Inclusive en Cannis hemos creado un monstruo tecnológico. Hemos tratado de aplicar los procedimientos de la Tierra, pero no tenemos facilidad para hacerlo. No dio resultado.
- Así es - corroboró Fritz -. Y por eso surgió el U. E. Esto es un equipo experimental, constituido según su patrón que ha sido escogido después de años de investigaciones psicológicas. Es una aproximación completamente flexible y sin preceptos consagrados, excepto que el fin justifica los medios. Hemos construido un equipo que puede formar el núcleo de una civilización funcional, pero sacados de pedazos de cinta y de palillos de cerillas, si fuese necesario. Nuestra venida a Cannis fue simplemente un ejercicio de prueba.
Nash descolgó el teléfono y marcó un número.
- Tráigame al alférez Harris a mi despacho, inmediatamente y olvídese de los guardianes. Estoy ordenando que le pongan en libertad en seguida. Eso es; idiota. He dicho libertad. Sí, y trae otra botella de whisky; no, mejor una caja. Vamos a celebrar una fiestecita.
- Muchas gracias - dijo Fritz Van Noon - extraordinario charlatán.

FIN


OTROS CUENTOS DE Colin Kapp
  • No hay más cuentos de este artista.
Cuentos Infantiles, audiocuentos, nanas, y otros en CuentoCuentos.net © 2009 Contacta con nostrosAviso Legal

eXTReMe Tracker

La mayoría del material de CuentoCuentos.net es proporcionado por nuestros usuarios, proveniente del grandísimo almacén que es la red. Si considera que alguno del material expuesto vulnera sus derechos y/o prerrogativas, le rogamos que nos lo comunique contactando con nosotros