Estos manuscritos nos retrotraen a la mitad del siglo VI. San Finnen acababa de llegar a Irlanda con su Evangelio.
Cuenta la leyenda que San Finnen fundó un monasterio en Mag-bile en Ulster. Un día, acompañado de sus discípulos, fue a visitar a un rico guerrero que vivía en ésa misma localidad. Pero el guerrero no permitió que los sacerdotes entraran en su recinto. Así, San Finnen se vio obligado a recurrir al ayuno.La abstinencia de alimentos, por aquellos días, era un “arma” que la ley irlandesa ponía a disposición de los indefensos, cuando éstos eran víctimas de una injusticia y querían que los poderosos cedieran a sus peticiones. San Finnen ayunó delante de la fortaleza del guerrero, quién finalmente se apiadó y lo dejó entrar a su fortaleza.
Acabada la visita, Finnen regresó a su monasterio y habló a sus discípulos de su encuentro con el guerrero que supuestamente era “maligno” es decir, que era pagano.
A la mañana siguiente, el noble guerrero llegó a la morada del sacerdote e invitó a los discípulos del clérigo a su fortaleza para contarles las remotas historias de Irlanda. Ellos asintieron y lo acompañaron a su fortaleza, donde celebraron el oficio del domingo, salmodia, predicación y misa. Así, el misterioso guerrero les contó lo siguiente:
Soy originario del Ulster. Mi nombre es Tuan, hijo de Carell (en irlandés, Tuan Mac Cairrill); mi padre era hijo de Muredach Munderc; pero hubo un tiempo en que me llamaban Tuan, hijo de Starn, hijo de Sera. Starn mi padre era hermano de Partolón.
Hasta el presente, Irlanda ha sufrido cinco invasiones. Nadie había venido antes del diluvio, y nadie vino hasta 312 años después de éste. (Según otro texto, Tuan no mencionaba el diluvio)
Entonces Partolón, hijo de Sera, vino a establecerse a Irlanda. Había sido desterrado; le acompañaban veinticuatro hombres, cada uno de los cuales venía con su mujer. Sus compañeros no eran particularmente inteligentes. Vivieron en Irlanda hasta que llegaron a sumar cinco mil de la misma raza. Entonces les atacó una enfermedad mortal y todos perdieron la vida en el término de una semana; sólo un hombre sobrevivió.
Ese sobreviviente único fui yo.
Cuando me quedé solo, fui de fortaleza en fortaleza, de roca en roca para ponerme al abrigo del ataque de los lobos. Durante veintidós años no hubo en Irlanda más habitante que yo. Vivía en las rocas y desiertos; pero ya no podía correr, y las cavernas me servían de asilo.
Fue entonces cuando Nemed, hijo de Agnoman, tomó posesión de Irlanda. Su padre era un hermano del mío. Lo ví desde lo alto de las rocas y me las ingenié para no ser descubierto.
Mis cabellos y mis uñas eran largos; estaba decrépito, gris, desnudo sumido en la miseria y el sufrimiento. Una noche me dormí y por la mañana, desperté con una forma diferente: me había transformado en ciervo. Había vuelto a encontrar mi juventud y la alegría de mi espíritu, y canté versos sobre la llegada de Nemed y de su raza, así como sobre la metamorfosis que yo mismo acababa de sufrir. Cuando hube tomado esa forma animal, me convertí en el jefe de los rebaños de Erin. ¡Grandes manadas de ciervos marchaban a mí alrededor! Así fue mi vida en los tiempos de Nemed y sus descendientes.
He aquí lo que les había ocurrido a Nemed y a sus compañeros durante su viaje a Irlanda. Habían partido con una flota de 34 barcas, con treinta personas en cada barca. Una vez en camino, se extraviaron durante un año y medio, hasta que naufragaron, pereciendo casi todos de hambre y de sed. Sólo nueve personas escaparon al desastre: Nemed, cuatro hombres y cuatro mujeres. Esas nueve personas fueron las que desembarcaron en Irlanda. Tuvieron tantos hijos que llegaron a ser cuatro mil treinta hombres y cuatro mil treinta mujeres; pero luego murieron todos.
Entretanto yo había caído en la decrepitud: había alcanzado una extrema vejez.
Entonces, un día, cuando estaba en la caverna, la forma de mi cuerpo cambió y fui transformado en jabalí. Fui rey de los rebaños de jabalíes de Irlanda y permanecí fiel a mi costumbre de pasearme por los alrededores de mi casa cuantas veces volvía a esta región del Ulster. Mi metamorfosis siempre se produjo aquí, y por eso siempre volvía para esperar la renovación de mi cuerpo.
Después se estableció en esta isla Sesión, hijo de Stariat. De él descendieron los Fir Domnann, los Fir Bolg y los Galian, que poseyeron Irlanda durante un tiempo.
Paisaje Irlandés
Entonces llegué a la decrepitud. Vivía en cavernas sombrías, en rocas poco conocidas y, estaba solo. Ayuné durante tres días (había olvidado decir que cada una de mis metamorfosis había sido precedida por tres días de ayuno).
Fui metamorfoseado a un gran buitre. Devine curioso y activo, recorría toda Irlanda y estaba al tanto de cuanto pasaba. Beothach, hijo de Iarbonel el profeta, después de vencer a las razas que ocupaban la isla, se apoderó de ella. De Beothach y Iarbonel descienden los Tuatha de Danann, falsos dioses a los que se remonta el origen de los sabios irlandeses. Es probable que el cielo haya constituido el punto de partida de su viaje: sólo así se explican su ciencia y la superioridad de su intuición. En cuanto a mí, conservé largo tiempo la forma de buitre, y aún la poseía cuando llegó a Iralanda la última de las razas que la ocuparon.
Los hijos de Milé fueron quienes conquistaron esta isla a los Tuatha de Danann. Entretanto, conservé la forma de buitre hasta el momento en que, encontrándome en el agujero de un árbol, ayune durante nueve días. El sueño se apoderó de mí y allí mismo fui convertido en salmón.
A continuación dios me puso en el río para que viviera allí. Me encontré bien, activo y satisfecho. Sabía nadar bien y escapé durante largo tiempo de todos los peligros, tanto de las manos de los pescadores armados de redes, como de las garras de los buitres y de los venablos que me lanzaban los cazadores para herirme.
Sin embargo, Dios, mi protector, un día decidió poner término a este dichoso destino. Las bestias me perseguían, casi no existía lugar alguno donde no encontrase un pescador al acecho con su red. Uno de esos pescadores me atrapó y me llevó a la mujer de Carell, rey de este país. Lo recuerdo muy bien. El hombre me puso en la parrilla y desperté el apetito de la mujer, que me comió entero, de tal suerte que me encontré en su vientre. Recuerdo el tiempo que pasé en el vientre de la mujer de Carell, las conversaciones sostenidas en la casa y los acontecimientos que por entonces sucedieron en Irlanda.
Tampoco he olvidado cómo, después de eso y cuando ya era un niño pequeño, empecé a hablar como todos los demás hombres. Conocía todo cuanto había sucedido en Irlanda. Fui profeta, y me dieron un nombre: me llamaron Tuan, hijo de Carell. Eso sucedió inmediatamente después que San Patricio trajera la fe a Irlanda.
Como podemos apreciar, esta historia es esencialmente pagana. La creencia en la metamorfosis que explicaría la maravillosa sabiduría de ciertos hombres, constituye una concepción céltica que también encontramos en el país de Gales. La idea de que un alma podía revestir sucesivamente diversas formas físicas en este mundo era la natural consecuencia de una doctrina céltica bien conocida en la antigüedad. Según esta doctrina, los difuntos encuentran un cuerpo viviente en la misteriosa comarca donde van a habitar bajo el cetro seductor del poderoso rey de los muertos. Así pues, la leyenda de Tuan hunde sus raíces en uno de los principios fundamentales de la teología de los celtas paganos. No obstante fue en la época cristiana cuando se comenzó a prolongar la vida de Tuan hasta los tiempos, de San Finnen, es decir hasta el siglo VI d.C. Girauld de Cambrie escribe: En las historias de Irlanda leemos que Tuan sobrepasó largamente la longevidad de todos los patriarcas bíblicos. Por increíble e impugnable que parezca, alcanzó la edad de mil quinientos años. El milagro de esa excesiva longevidad sólo puede haber sido imaginado en Irlanda después de conocerse el Génesis. Pues bien, ese detalle de la leyenda de Tuan sólo pudo ser conjeturado por un autor que había leído la Biblia. En la época pagana hubiera resultado inútil dilatar la vida de Tuan hasta una fecha tal.
La invención de este personaje sólo tuvo un objetivo: explicar cómo pudo llegar hasta los irlandeses la historia de tres razas que antaño, según se decía, habían ocupado Irlanda; y de las cuales no descendían los ancestros de la actual población de Irlanda. Gracias a sus metamorfosis, Tuan había podido asistir a las sucesivas llegadas y desapariciones de las tres razas que precedieron a los hijos de Milé. Había sobrevivido a estas tres razas. Vuelto a su condición de hombre en tiempos de los Milesios (hijos de Milé), les había narrado la historia de esos pueblos primitivos. Una vez conocidos por la raza de Mile, esos viejos relatos, se habían transmitido de padres a hijos y de poeta a poeta.