“Cuento de Humor”
El Grillo Erótico
La verdad es que no sé que les está ocurriendo a los grillos últimamente. Yo nunca había visto tanto grillo junto. Es como si estuvieran haciendo una revolución de grillos, manifestaciones de grillos. Grillos contra la intolerancia. Grillos contra la marginación. Hay tanto y tanto grillo que la cosa se está poniendo un poquito negra.
Además, los grillos son impertinentes y maleducados, cosa que es lógica debido a su alto número. Ya se sabe la unión hace la fuerza. Únete y vencerás. Pues eso, que últimamente hay un hartón de grillos.
La otra noche, estaba en un bar tomando una copita. Con eso moderno del insomnio me cuesta mucho trabajo quedarme dormido, así que decidí salir a tomar algo.
Yo sé que a mama eso de beber alcohol en los bares no le gusta nada, pero como últimamente no me riñe para nada..., pues que le vallan dando.
El bar estaba ligeramente oscuro, aunque reinaba en su interior una perfecta, tenue y relajante luminosidad muy equilibrada para la hora que era. La música sedosa que se oía, invitaba a una conversación relajada y romántica. Todos se dispersaban por los rincones más apartados en pequeños grupos cerrados e íntimos. Yo, que estaba solo, como siempre, de pié, apoyado sobre la barra, envidándolos, mientras los miraba desde lejos.
Realmente me hubiera gustado mucho estar sentado en una de esas mesas bajitas de madera, de las que están por las esquinas, sentado con Angélica, cortejándola. La verdad es que no entiendo por que nunca quiere salir conmigo. Ella es soltera como yo, y está sola como yo y ambos tenemos mas o menos la misma edad. Quizás sea porque aún no la he invitado. Ahora que lo pienso es cierto, yo jamás la he invitado a salir. Lo mismo se lo propongo y acepta encantada. No, creo que no. Otra vez soñando despierto. Otra vez diciendo tonterías. Últimamente no paro de pensar estupideces. En fin para que comerme el coco. No merece la pena. Lo mejor es que trate de ligar con alguna de las que llegan por aquí de vez en cuando. Lo mismo hasta tengo suerte.
¡Mira!, ¡mira!, ahí entra caza mayor. Pues si que está bien esa morena jaquetona. La verdad es que está pero que muy bien. Muy bien, muy bien. Vamos, que está para beneficiársela. Trataré de llamar su atención poniendo mi típica y ensayada pose de hombre interesante. Así, así, mostrando frialdad y estupor. ¡Que se note mi carácter!.
¡Joder!, llevo casi veinte minutos con la maldita pose y nada de nada. Me está entrando una punzada de dolor fortísima en la espalda de estar tanto tiempo estirado y la tía ni mira. Toseré un poco, a ver si repara en mí. ¡Que no!, ¡que no hay nada que hacer!, que ni tosiendo.
Si fumara al menos le pediría fuego por abrir la conversación.
De repente algo negro se acerca hacia mi volando. Es un bicho asqueroso y extraño que me golpea en un ojo. ¡Hay!, Hay!, que dolor mas grande. Del manotazo que me he dado a mi mismo por apartarlo, me he arrancado de cuajo las gafas que han salido inoportunamente volando y han aterrizado con descaro, justo debajo del pié que en ese mismo instante tiene la morena levantado. Baja el pies y ¡Crafff!. La tía acaba de cargarse mis gafas.
Hasta ese momento nadie había reparado en mi. Pero de repente, todo se paralizó. Todos pendientes, mirando atentos mi extraña reacción.
-¡Ha sido un bicho- He dicho dirigiéndome a todos un tanto asustado tratando de justificar el desproporcionado respingo que he pegado. – Ha sido un bicho que se me ha metido en el ojo y que de un golpe me ha arrancado las gafas.-
-Ya debió de ser grande el bicho- Se oye una voz chuflona de entre la penumbra.
Todos ríen. Todos salvo yo, claro. Una vez mas he vuelto a hacer el ridículo.
Cuando menos me lo esperaba, cuando mi único anhelo era terminar de apurar lo que me restaba de la copa y largarme de allí, la morena se ha dirigido a mí, así como por sorpresa.
-Lo siento mucho señor.
-No se preocupe, no es nada.
-Le he roto sus gafas.
-Si, bueno, no importa. Hasta ahora las mujeres que he conocido me han roto todas la cara. Usted al menos me ha roto solo las gafas.-
Ella comienza a reírse a carcajadas.
-¿Y como se llama Usted?
-Don Pablo Salguero, para servirla a Usted, a Dios y a la Patria.- Le he dicho tomando su mano para besarla.
¿Pero que hace hombre?, ¿pero que hace?
Perdone Usted mi indolencia, solo trataba de ser cortes y besarle la mano.
Venga ya hombre, no me sea usted antiguo. A las mujeres no se les besa ya
la mano.
Ese reproche me ha dejado un poco fuera de juego, la verdad, no me lo esperaba. Me cuesta seguir la conversación. No sé por donde seguir.
¿Y que hace Usted aquí tan solo, Don Pablo?- Me dice ella.
Pues ya ve Usted. Busco novia.
¿Novia?- Vuelve a reírse la señora.
Si señora, novia de las formales.
Ya veo, ya.
¿Y Usted, señora?, ¿También...?
No, no, yo no busco novia.
Ya me imagino, ya. Buscará usted novio.
Bueno, novio, novio, lo que se dice un novio no es precisamente lo que yo
ando buscando, aunque si lo encuentro, pues mira...
¿Entonces que es lo que busca?.
Pues mire Usted lo que se tercie.
La respuesta ha hecho que me ponga muy nervioso. Creo que a esta morena me está tirando los tejos.
-Pues yo me tercio. He dicho valiente.
-¿Usted se tercia?- pregunta coqueta.
-Si señora, me tercio, me tercio.- Ella ha vuelto a reír a carcajadas.
Pero lo mío es de película de miedo. Lo mío no tiene nombre, lo mío es desastroso, horrible. Lo mío es mala suerte, lo mío es para cortarse las venas, para suicidarse, para colgarse de un almendro seco.
Cuando me encontraba en lo mejor de lo mejor. Cuando aquella señora estaba entrando en esa etapa que llaman “de la exaltación de la amistad”, tras haberse tomado tres o cuatro whiskys con cola, mí amigo el bicho, ese hijo de p... por el que me arranqué de un manotazo las gafas de la cara, ha vuelto a aparecer con traición, nocturnidad y alevosía, surgiendo por sorpresa de mi espalda, lanzándose en vuelo rasante hacia mi amiga, cayéndole en la pierna derecha. Ella, histérica, ha comenzado a gritar y a dar saltitos. Yo he tratado de ayudarla, en la medida de mis posibilidades.
Tras comprobar que el bicho era un simple grillo, he intentado apartárselo de su pierna, pero el insecto, sabiondo ha empezado a corretear cuesta arriba, dirección al pan de higo, ya me entienden, y es que a estos bichos lo dulce les gusta mucho, que digo yo que será por eso. Yo con mi mano tratando de evitar la tragedia. Mi amiga gritando y dando saltitos y el grillo subiendo.
Leches!, ¡releches!, tanto ha subido el grillo, que ha llegado donde no debía.
Tanto empeño he puesto yo en impedirlo que al final he dado con la mano donde no quería. Mi amiga, como siempre ocurre, me ha abofeteado el rostro, ¡Flash!, ¡Ay que dolor!, y yo..., yo..., ya lo decía yo, al final todas me pegan. ¡Crip! ¡Crip! ¡Crip!.