En 1889, Julián Apraiz tradujo la fábula XXVI de Aviano
«La cabra y el león» Veamos la versión de Samaniego
Un señor León andaba, como un perro,
del valle al monte, de la selva al cerro,
a caza, sin hallar pelo ni lana,
perdiendo la paciencia y la mañana.
Por un risco escarpado
ve trepar una Cabra a lo encumbrado,
de modo que parece que se empeña
en hacer creer al León que se despeña.
El pretender seguirla fuera en vano;
el cazador entonces cortesano
la dice: ‘Baja, baja, mi querida;
no busques precipicios a tu vida:
en el valle frondoso
pacerás a mi lado con reposo.
¿Desde cuándo, señor, la real persona
cuida con tanto amor de la barbona?
Estos halagos tiernos
no son por bien, apostaré los cuernos’.
Así le respondió la astuta Cabra,
y el León se fue sin replicar palabra.
Lo paga la infeliz con el pellejo,
si toma sin examen el consejo.
Lección / Moraleja:
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