Hace muchos años, había reyes, y muchos, sino todos, tenían hechicero a su servicio para gobernar por esa época. Cuentan que una vez el sapo, apareció con la varita del mago Merlín, o bien, era el mago, sino que una bruja lo había convertido en sapo por un maleficio.
Quien fuera, con la varita desarrugaba pieles de cocodrilo,
quitaba disfraces de presidiario a las zebras,
reducía barrigas a hipopótamos y rinocerontes,
cambiaba de olor a los zorillos,
volvía serios a los tucanes,
daba la velocidad del sonido a gaviotas y tortugas.
La lora le pidió un corazón mas grande que el de la jirafa.
El elefante menos panza y mas gracia en la danza.
- Puede pedirme usted cualquier cosa que yo se la daré -dijo el sapo a la jirafa que no había pedido nada.
- Bien, por favor señor sapo, regáleme la varita -contestó la jirafa un tanto enojada.
La jirafa levantó la varita, llenó de alegría el corazón de la lora, borró del diccionario la palabra vanidad, condenó a magos, brujos y hechiceros a dejar de existir y en la selva todo volvió a la realidad.
Salió Dios, feliz por la recuperación de la verdad , tomó la varita, la llamó “batuta” y desde esa vez, siempre que él la levanta; grillos, renacuajos, loros, aves, ranas y otros músicos, dan inicio a la sinfonía de la creación.
autor :
Jaime Eduardo Castellanos Villalba
Cúcuta - Colombia