Corté tres cabritos
con esta tijera:
uno de esa hoja
de papel madera,
otro de una tapa
que hallé en el armario
y el más chiquitito,
de papel de diario.
Cerrando los ojos
dije: —¡Abracadabra!,
¡que hasta el sol se arrugue!
y ¡diente de cabra!
Entonces, con miedo,
abrí la ventana...
¡y entró una pradera
bien verde, con ganas!
También entró un árbol
casi anaranjado,
un viento redondo
y un charco floreado...
Pero con su flauta
pasó un pastorcito
y se llevó —ingrato—
a mis tres cabritos.