En la repisita
de mi pieza tengo
con su muletita,
un grillito rengo.
En un accidente
su pata quebró:
alguien —imprudente—
al pobre pisó.
Después, ni un poquito
le pidió perdón
y, solo, el grillito
quedó en el cordón.
Yo iba en bicicleta
a hacer un mandado:
a comprar panceta
y queso rallado.
Y esa primavera
de sol amarillo,
escuché en la acera
el grito del grillo.
Frené. Y asustada
lo encontré enseguida,
con su capa ajada
y su pata herida.
Lo puse en mi palma,
junté sus chancletas
y subí con calma
a mi bicicleta.
En Clínica Rojo
cayó desmayado
y al abrir los ojos
se encontró enyesado.
En medio minuto
su pata curó
pero entonces supo:
"Torcida quedó".
Al leer la receta
¡uy! lloró bastante:
—Debe usar muleta
de hoy en adelante.
Le dije —Es domingo,
no debes llorar...
Eres bueno y lindo
y sabes cantar.
Le lavé la cara,
soné su nariz
—de forma tan rara—
y lo vi feliz.
Desde entonces canta
cada día mejor...
¡A todos encanta
el grillo tenor!
¿Qué importa si es rengo
y usa muletita
si es bueno y lo tengo
en mi repisita?