Cuando Damián y sus padres se mudaron a la nueva casona, aún se encontraba allí, Efraín, el viejo inquilino. Lo observaron como se despedía de cada una de sus plantas que con tanto esmero había cuidado por muchos años. Antes de irse Efraín le contó a Damián un secreto, y lo hizo prometer que no se lo contaría a nadie. Sus padres intentaron muchas veces averiguar que era lo que Efraín le había dicho a su hijo Damián. La preocupación aumento cuando su madre encontró un balde de sangre al lado de una planta del fondo del jardín. Debido a esto, Damián se sintió presionado a contar su secreto, este dijo a sus padres que el viejo le había encargado que cuidara a una mandrágora y que la alimentara con sangre.
Para quitarle esta responsabilidad al niño, los padres decidieron sacar la planta, sin embargo fueron estrangulados por ella.
Los policías investigaron este caso, para esto fueron a hablar con Efraín quien contó que aquella planta en verdad se trataba de una mandrágora y no podía ser arrancada. Sin embargo, si se le cuidaba causaba un gran bienestar.
El viejo contó además que esta mandrágora había nacido producto de la sangre que caía de la boca de los ahorcados, ya que aquel lugar en el siglo pasado había sido un patíbulo. Las raíces de aquella planta albergaban las almas de los ajusticiados, por eso tenía que ser intocable.
Después de aquel relato es mejor nunca animarse a arrancar un arbusto desconocido.