Cuentecillo forjado por deleite
parecerá sin duda la contienda,
que se trabó en Madrid en una tienda
de vinagre y aceite.
Despachaba en la calle de Torija
líquidos un muchacho madrileño;
y otro, según la traza, lugareño,
fue por aceite allí con su vasija.
-Tú, cara de lechuza,
(dijo sin aprensión el forastero)
despáchame ligero,
lléname bien la alcuza.
-Cuando sepas hablar en castellano,
(le replicó el hortera)
sabrás que lo que tienes en la mano
se llama la aceitera.
-En toda tierra que garbanzos cría
(contestó el provincial enardecido),
alcuza siempre ha sido,
y alcuza la nombramos en el día.
-En tierra (dijo el otro) de garbanzos,
corre por aceitera solamente;
y quien le ponga nombre diferente,
ha nacido entre malvas y mastranzos.
El patán en sus trece se mantuvo;
le rechazaba el horterilla listo:
se incomodaron, y hubo
por consiguiente la de Dios es Cristo.
A las voces y apodos
cachetina siguió larga y furiosa:
todo por una cosa
que se puede llamar de entrambos modos.
Pueril extravagancia
es, pero comunísima en el hombre,
no poner en disputa la sustancia
y reñir por el nombre.
Lección / Moraleja:
"Pueril extravagancia
es, pero comunísima en el hombre,
no poner en disputa la sustancia
y reñir por el nombre."