Sentada tantos años
en una esquina
una vieja muñeca
siempre me mira.
Tenía la muñeca
cara de luna
y los ojitos verdes
verde aceituna.
Sus manos de porcelana
en el vestido se posan,
en su pelo ondulado
revolotean las mariposas.
Tenía la muñeca
los brazos rotos
la mirada ingenua
y los zapatos rojos.
La cogí entre mis dedos
con mucho cariño
arreglé sus bracitos
como cuando era un niño.
La muñeca ya sonríe,
ya no volverá a la esquina,
se queda junto a mi cama
para ver pasar mi vida.