Anochece, el mundo se ha dormido entre tus labios
le meces y le arrullas lentamente
acunando el murmullo de perderle,
aunque le mimas, se escapa de tu lado.
Entre tu piel se ahogan paso a paso los gemidos,
tu cuerpo derrotado, se siente malherido,
mi pequeño ruiseñor, no tiene alas
dónde cobijar mis ojos doloridos.
Sentada en un rincón veo sollozos
que avanzan suavemente hacia mis manos
y al tomarlas frío y muerte las recorren
los sollozos, se vuelven más humanos.
Hoy se ha muerto en mis manos la mañana,
la flor de la luna de tus ojos se ha vuelto amarga
y bebo dulcemente este veneno
que se clava en mis venas como el fuego.
La luz de tu sonrisa se ha marchado
el tiempo amarra rabia y esperanza
tiñe de versos tu gélida lápida
ocaso, alba, sombra y penumbra sobre tu tumba.
Tu alma surca senderos de paz infinita
tu nombre olvidado por los hombres
suena en mi mente, como un aleluya
y tu historia llevo en mi regazo
para llorar por el mundo este desgarro.
Cuando llegué la hora de partir
tómame en tus brazos, llévame de aquí,
y la flor de luna que brota en tu cara
será mi consuelo, curará mi alma cansada.
Y en el infinito volaremos juntos,
y tendré tus risas y palabras tiernas
y no habrá mas lagrimas ni mas tristezas
seremos la fuerza de la savia nueva.
Y ahora, estoy cansada debo descansar
mis ojos ya duelen de tanto llorar
pero anhelo el día de rozar tu rostro
y sueño bajito, pronuncio tu nombre y ya no sollozo.