Vivamos todos con justicia repartiendo de la mejor manera lo que tenemos
El concierto del parque
Oikodoro cuenta que hubo un tiempo lejano en que una guerra había desbastado la ciudad, y por ello todos fueron pobres. Porque los niños habían dejado de jugar por la crueldad de la guerra y la pobreza, Oikodoro ayudó a reconstruir el parque de juegos y el colegio para los niños. Aquellos niños volvieron a la escuela y a la plaza a compartir los juegos. Y así volvieron también los sueños y fantasías. Aprendieron a leer y a escribir recibiendo un horizonte rico que nadie arrebataría, ni aún la pobreza, y se dieron cuenta también que jugar era un derecho de todos los niños.
Para los niños era muy importante la clase de música de la escuela. Allí todos soñaban con ser grandes músicos y acompañaban al violín hasta sus últimas consecuencias, vibraban junto a los coloridos tonos de la flauta, seguían sin pausa al piano, tan bello como sonoro. Cada cual trataba de descubrir en sí mismo la música que su boca y el resto del cuerpo les ofrecía.
Un día formando una orquesta sin instrumentos, y con la partitura en la memoria, llegaron al parque. Se creía que en el parque se había escondido de la guerra un mago musical muy talentoso, que sólo por las noches aparecía a vestir de colores y sonidos a los árboles y los juegos. Nadie lo había visto, sin embargo, muchos noctámbulos habían escuchado una música bellísima. Aquel día fue muy especial para todos. Los niños fueron a los juegos que Oikodoro había construido y tararearon el concierto que habían escuchado. Una niña balanceó el subibaja, recordando en su chillido el clamor de la flauta. Un niño buscó la escala del do-re-mi, zambulléndose en el tobogán. Varios niños se balanceaban sobre elegante de las hamacas, que se bamboleaban como finos violines. Finalmente juntos encontraron la melodía del piano en la rueda de la calesita a pedal.
-Y quién no sabe ver en los ojos de los niños sus anhelos! Exclamó Oikodoro.
Los pájaros que viven en la plaza, que reconocían en el tarareo de los niños las grandes obras musicales, disfrutaban la frescura del arte vivido por primera vez a través de los niños. Y fue así que aquel día a plena luz del día los pájaros fueron a llamar al mago. Para sorpresa y felicidad de los niños, un gran concierto irrumpió en la plaza, donde cada uno de los juegos: la hamaca, el tobogán, el subibaja y la calesita, se convirtieron un instrumento musical. Los pájaros agitaban sin cesar sus alas aplaudiendo el espectáculo virtuoso. Varios de los niños soñaron luego con tocar un concierto en la plaza y para ello construyeron junto a Oikodoro un escenario junto a los juegos.
La paz volvió a reinar y la pobreza se desvaneció. La música hizo a la ciudad muy famosa. Y todavía se recuerda ese día, en que nadie vio al mago, pero todos escucharon el memorable concierto del parque.
La Carta de la Tierra en los cuentos de Oikodoro
(cuentos para niños)
de Patricia Morales
http://www.terracuranda.org/Cuentario/indice.htm
Lección / Moraleja:
Principio 9: Nos comprometemos a que los pobres dejen de ser pobres. Y para ello los ayudaremos a que disfruten de agua potable, aire limpio, comida, vivienda, como también de escuelas, y otras instituciones. Ayudaremos también a todos los que sufren para que alcancen su felicidad.