Vivamos todos con justicia repartiendo de la mejor manera lo que tenemos
La igualdad de las duendas
Hace mucho tiempo, recuerda Oikodoro, en que las duendas no eran valoradas como se lo merecían. Sus maravillosos trabajos y cuidados eran poco estimados. Ellas no tenían derecho a decidir, pero estaban obligadas a obedecer lo que los hombres pretendían. Hasta que un día hubo una guerra muy violenta entre los hombres. Ellos decidieron también que las mujeres tenían que participar en la guerra. Pero ellas se escondieron todas juntas, y escondieron también a sus hijos, pues temían por ellos. Los hombres se molestaron con las mujeres y continuaron su disputa.
Al poco tiempo, sus ropas estaban todas rotas, y tenían hambre y descubrieron también que añoraban a las mujeres y los niños. Mientras tanto las mujeres comenzaron a construir una ciudad tan sólida como nunca antes se había visto, muy bella y cuidada, y escribieron una ley de paz, justicia y solidaridad que nunca debía ser quebrada, si se quería vivir en esa ciudad. Cada día la ciudad se embellecía y ellas rápidamente se adaptaron a la situación nueva.
En la ciudad vieja, ya nada quedaba en pie, solo duendes heridos y cansados, que nada tenían para comer. Estaban tan agotados que casi olvidaron por qué había sido la guerra. La guerra había sido por que unos querían embellecer la ciudad pintándola de blanco y otros de color, pero ya no quedaba ladrillo para pintar. La guerra había perdido su sentido. Entonces resolvieron buscar juntos a las mujeres, que quizá habrían tenido la culpa de la guerra.
No tuvieron que caminar mucho y se encontraron con la nueva ciudad. Enseguida resolvieron que había que pintarla de otro color, y allí comenzaría un nuevo conflicto. Pero las mujeres advertidas por lo ya sucedido, les entregaron la ley y los invitaron a abandonar la ciudad a reflexionar sobre la ley. Los hombres ya no entendían nada, pero les era claro que esa ciudad era mucho mejor que la anterior, y ahora la única. La ley era también clara, hablaba de respeto, igualdad y justicia, y sabían que a su pesar era mucho mejor dentro de la nueva ciudad. Transcurridos algunos años, nadie ya recordaba esas antiguas costumbres y todos estaban muy agradecidos a las damas que habían fundado la ciudad.
La Carta de la Tierra en los cuentos de Oikodoro
(cuentos para niños)
de Patricia Morales
http://www.terracuranda.org/Cuentario/indice.htm
Lección / Moraleja:
Principio 11: Hagamos realidad que los hombres y las mujeres sean tratados como iguales, pues sabemos que ningún género es mejor o peor. Muchas veces las mujeres y las niñas son maltratadas. Nos comprometemos a que ellas disfruten de todos los derechos, como ir a la escuela, ser artistas o gobernantes. Y proclamemos que el amor sea así el centro de todas las familias.