Un maestro con fama de generoso se encontraba paseando por el jardín de su anfitrión cuando observó que un criado recibía su ración de un plato de comida junto a una porción de pan. Un perro que andaba por allí se acercó al criado, y éste le arrojó el trozo de pan. El animal comió con avidez lo ofrecido y a continuación el hombre le dio el resto de su comida. El maestro preguntó al criado:
-¿Cuál es tu ración diaria?
-La que le he dado al perro, señor -respondió.
-¿Y por qué en vez de dársela al perro, no la has comido tú? -interrogó de nuevo.
-Porque este animal ha llegado de fuera y he pensado que es buena la hospitalidad con un viajero que con seguridad venía con hambre, por eso le di el pan -contestó.
-¿Y el plato de comida?
-Muy fácil, porque tenía más hambre.
Desde ese día, el maestro pidió a todo el mundo que nunca más volvieran a concederle el título de generoso.
Lección / Moraleja:
No aceptes elogios a la ligera, acuerdate siempre de este relato y piensa con detenimiento lo que significa ser consecuente con el halago.