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CUENTOS MITOLóGICOS
CUENTO LOS DOS HERMANOS QUE NO SE QUERIAN (por Folklore Norteamericano)
Un día una ardilla vio a dos hermanos que cazaban juntos. Trepó a un árbol invitándoles a que la siguieran.
-No tires -dijo el mayor que se llamaba Gamla-. Es demasiado bonita. Voy a capturarla viva. El cazador subió por él árbol y desapareció entre el follaje.
-¿La atrapaste? -gritó el más joven de los dos hermanos -. Pero nadie le respondió. Un momento después se oyó el ruido de una rama quebrada y la ropa de su hermano cayó a sus pies. GamLa no estaba dentro.

"Ha subido demasiado alto -pensó-. Mi hermano no volverá a bajar." Y sintió una inmensa pena. Se sentó sobre un tronco podrido y lloró tanto que se hizo muy pequeño. Se le había derretido el cuerpo con las lágrimas. Paso una vieja. Recogió al niño tomándolo por un recién nacido. Una vez en su choza se lo enseño a su hija.

-Mira, hija mía. Pese a mi edad he tenido un hijo, mientras que tú y tu marido seguís sin descendencia -. La hija se río de buena gana.
-Es un bebé bien tardío. ¿Como lo vas a criar, madre mía? ¿Tienes leche por lo menos?
El yerno entró y creyó que se trataba de una broma. Pero examinó al bebé y como le gustara, declaró:
-Me siento contento, ahora tengo un cuñadito -. Lo levantó en brazos. Con el juego el niño se río mucho y recuperó fuerzas. La hija se enfurruño. Pero acabó diciendo:
-¿Que nombre le pondremos a nuestro nuevo pariente? Propongo llamarle Ti-na-het, Bola Espigada -. A la noche siguiente Bola Espigada tuvo una aparición durante un sueño. El fantasma le dijo:

-Soy yo, GamLa, tu hermano mayor. La ardilla me ha llevado hasta el cielo y soy feliz. Quédate todo el tiempo que quieras con la gente que te ha adoptado. Pero si necesitas ayuda, llámame. Vendré.

Había escasez en la aldea. La caza fue mala y los pieles rojas tenían mucha hambre. La vieja refunfuñaba pues Bola Espigada era una boca más a alimentar:
-No lloriquées así, vieja madre mía -dijo el niño-. Mañana los pies negros encontrarán carne delante de cada tipi.
Hacia la mitad del día los batidores mostraron una manada de bisontes que pasaba cerca de la aldea. Decidieron salir de caza al día siguiente. El jefe de la tribu hizo colocar centinelas para que ningún cazador actuase prematuramente espantando la caza. Por la noche, Bola Espigada dijo a la joven:
-Te equivocas al quejarte, hermana mía-. Y volviéndose hacia su marido:
-A ti, cuñado, te pido que me ayudes. Por la noche irás a la aldea y pedirás una flecha a cada familia. Los más pobres te darán dos.
La joven se echó a reír.
-¿Que va a poder hacer con las flechas este pedacito de hombre?
Sin embargo, su marido, que presentía que su joven pariente estaba dotado de poderes sobrenaturales, aconsejó a Bola Espigada:
-No hagas caso de sus burlas, cuñado mío. Todas las mujeres son iguales. Antes del grito de la lechuza tendrás las flechas que me pides.
Mientras los pies negros dormían, Bola Espigada se deslizó fuera de la aldea y fue a reunirse con la manada de bisontes. Una vez junto a los enormes animales vio que su hermano era el jefe de la manada. Le reconoció porque aunque GamLa había tomado apariencia de un bisonte conservaba su auténtica cabeza.
-Hermano mío -le dijo-, esas gentes mueren de hambre . ¿Quieres ayudarles?
GamLa pasó la mano sobre un bisonte muy grueso y le dijo:
-Si quieres ayudar a los amigos de mi hermano, muere instantáneamente.

¡Y el bisonte cayó tieso!

GamLa siguió haciendo lo mismo hasta que Bola Espigada clavo todas sus flechas sobre los animales muertos. Después dispersó la manada y él también desapareció.
Los vigilantes vieron al niño merodeando entre los bisontes. Cuando advirtieron que la manada había desaparecido avisaron al jefe de la tribu. La vieja llegó llorando a la tienda.
-Los hombres dicen que has hecho huir a los bisontes y han decidió quemarte en una hoguera.
-¿En una hoguera? -se asombró Bola Espigada-. ¿Acaso creen que tengo tanto frío que hay que asarme para que me caliente?
El jefe dijo:
-No todos los bisontes han escapado. Algunos todavía duermen sobre la hierba. Vamos a matar a esos. Castigaremos a Bola Espigada a nuestro regreso.
Cercaron a los bisontes en dos cuadrillas. Tenían que esperar el grito del coyote para atacar. Pero al llegar al sitio comprobaron que los animales ya estaban muertos. Los valientes se decían:
-Hemos debido cazar mientras dormíamos, sin darnos cuenta-. Cada familia se llevó el bisonte que tenía su flecha. Grande fue la alegría en el poblado. Bola Espigada, irónico, dijo a la vieja:
- ¿Tendrán quizá bastante carne como para que ya no sirva de nada cocerme en la hoguera?

Pasado algún tiempo, el poblado decidió ir a pescar a un gran lago. Vieron una tienda plantada cerca de la orilla.
-Ocultaos en el bosque - gritó el jefe-, es la tienda de Nariz Hambrienta, un hechicero malvado. Si nos ve nos echará un maleficio.
-Dejadme a mí -decidió Bola Espigada-. Poned el bozal a vuestros perros, montad vuestras tiendas y no os preocupéis. Voy a hacerle una visita a ese mamarracho-. Todos levantaron los brazos horrorizado. La joven advirtió a su madre:
-Si le dejas ir es el fin de tu Bola Espigada.
El niño se volvió hacia su cuñado:
-Tranquiliza a tu esposa. Parece alarmarse por nada-. Bola Espigada llamó suavemente a la entrada del tipi del hechicero y entró.
- Pasaba por aquí, viejo hurón, y pensé que me ofrecerías algo de comer-. Nariz Hambrienta rechinó los dientes y dijo a su mujer:
-Vieja, dale a este descarado el pescado cocido que guardaba como cebo-. El niño comió. El hechicero, que le observaba, señaló:
-¿Quién eres tú para regalarte con ese pescado envenenado?-.Bola Espigada respondió simplemente:
- Me gusta el pescado cocido. ¡Sólo eso!-.Nariz Hambrienta añadió:
-Yo también tengo ganas de devorarte, pero te voy a dar una oportunidad. ¿Al menos sabes correr?
-No demasiado bien.
-Entonces, vamos a hacer una carrera, si ganas te perdonaré.

El viejo corría tan deprisa que la hierba ardía bajo sus mocasines. El niño invocó secretamente a GamLa, su hermano, que vivía en le cielo. GamLa lanzó sobre el brujo un hilo de rayo de sol. Este tuvo el efecto de retrasar a Nariz Hambrienta y Bola Espigada ganó. El brujo dijo para excusarse:
-Bebí demasiada agua esta mañana, me siento un poco pesado. Ven, vamos a sentarnos que tengo mucho calor-. Se abanicó y el aire se hizo tan frío que el lago se heló.
-En efecto, hace mucho calor -asistió el niño-. Se abanicó y a su vez y el frío se hizo tan vivo que los ojos del viejo estallaron.
El viejo fue a sentarse en su tienda. Bola Espigada atrapó una rana, la tragó y regurgitándola, dijo:
-¿Eres capaz de hacer lo mismo?
El otro se trago la rana. Cuando la tenía en el estómago, el niño batió palmas y la rana empezó a hincharse. El malvado hechicero, hipó, tosió, jadeó, el vientre se le puso enorme. Bola Espigada salió. La vieja mujer del brujo corrió tras él:
-Salva a Nariz Hambrienta y seré tu mujer.
-¿Estás loca?¡Todavía no soy los bastante viejo como para casarme contigo!
-Entonces, ayuda a mi marido. Apenas puede respirar.
El niño volvió sobre sus pasos, se inclinó sobre Nariz Hambrienta y cantó.

"GamLa, hermano mío que estas en los cielos , ayuda a este hombre en relación a sus méritos".

Un trueno sacudió el tipi. Una voz procedente de las nubes ordenó:
-Ranita, ciérrale la boca a ese despreciable Nariz Hambrienta.
El viejo murió y volvió a oírse la voz:
-De esta forma, vieja, tu abominable esposo ya no necesita respirar.
Al regresar al campamento se asombraron al ver que Bola Espigada aún seguía con vida.
-¿Has visto realmente a Nariz Hambrienta? -le preguntó su cuñado.
-¡Pues claro! El brujo se mostró incluso muy amable. Me dio de comer y jugamos juntos.
Entonces los pies negros comprendieron que Bola Espigada estaba aliado a una fuerza sobrenatural. Creció y todas las jóvenes de la tribu quisieron casarse con él. Su madre adoptiva le dijo un día:

-Mañana te presentaré a tu futura esposa. La he elegido entre la más feas para que a nadie se le ocurra robártela.

Pero al día siguiente Bola Espigada había partido. Prefirió reunirse con su hermano GamLa que vivía en el cielo con una ardilla muy hermosa. Por eso, aún en nuestros días, algunos indios prefieren seguir solteros.
(Leyenda de la tribu de los Pies Negros)


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