Un hombre decidió visitar a un maestro para pedirle que le aceptara como discípulo. Cuando llegó a la casa, fue recibido por una persona que le interrogó sobre los motivos de su visita.
-Deseo que el maestro me acepte como discípulo -solicitó el recién llegado.
-Muy bien -contestó aquel hombre-, yo soy su asistente y le haré llegar esta demanda.
Transcurrido un tiempo, el hombre de la puerta regresó con un papel.
-El maestro me ha dicho que contestes a las preguntas que hay en esta lista de acuerdo a tus conocimientos.
Como el visitante era un hombre muy instruido, respondió a las preguntas con cierta facilidad sin que ninguna de ellas le resultara especialmente complicada. Terminado el examen, el asistente recogió las respuestas y retornó al interior de la casa para entregárselas al maestro.
Una hora después, regresó junto al ya impaciente visitante.
-El maestro me ha pedido que te comunique que en las contestaciones a las preguntas planteadas has demostrado una gran erudición, por este motivo te aceptará como discípulo dentro de un año.
Aquel hombre se sintió halagado a la par que un poco triste por el largo plazo marcado por el maestro. Antes de marcharse preguntó:
-Si he contestado acertadamente a las preguntas y he de regresar dentro de un año, ¿cuál sería el plazo señalado si no hubiese respondido correctamente al examen?
-Ah, en ese caso -contestó el asistente- el maestro te habría aceptado como discípulo hoy mismo. Tú, en cambio, necesitas todavía un año para liberarte de toda esa carga de conocimiento inútil que llevas encima.
Lección / Moraleja:
Por poner.