Mirando estaba una ardilla
a un generoso alazán,
que, dócil a espuela y rienda,
se adiestraba en galopar.
Viéndole hacer movimientos
tan veloces y a compás,
de aquesta suerte le dijo
con muy poca cortedad:
«Señor mío;
de ese brío,
ligereza
y destreza
no me espanto,
que otro tanto
suelo hacer, y acaso más.
Yo soy viva,
soy activa;
me meneo,
me pasco;
yo trabajo,
subo y bajo,
no me estoy quieta jamás.»
El paso detiene entonces
el buen potro, y muy formal,
en los términos siguientes
respuesta a la ardilla da:
«Tantas idas
y venidas;
tantas vueltas,
y revueltas,
quiero, amiga,
que me diga:
¿Son de alguna utilidad?
Yo me afano,
mas no en vano:
sé mi oficio;
y en servicio
de mi dueño
tengo empeño
de lucir mi habilidad.»
Con que algunos escritores
ardillas también serán,
si en obras frívolas gastan
todo el calor natural.
Lección / Moraleja:
Algunos emplean en obras frívolas tanto afán como otros en las
importantes.