Arando estaba el buey, y a poco trecho
la cigarra, cantando le decía:
«¡Ay, ay! ¡Qué surco tan torcido has hecho!»
Pero él la respondió: «Señora mía,
si no estuviera lo demás derecho,
usted no conociera lo torcido.
Calle, pues, la haragana reparona;
que a mi amo sirvo bien, y él me perdona
entre tantos aciertos, un descuido.»
¡Miren quién hizo a quién cargo tan fútil!
¡Una cigarra al animal más útil!
Mas ¿si me habrá entendido
el que a tachar se atreve
en obras grandes un defecto leve?
Lección / Moraleja:
Muy necio y envidioso es quien afea un pequeño descuido en una obra
grande.