La culebra tiene dos partes, igualmente enemigas del género humano: la cabeza y la cola, y ambas han prestado grandes servicios a las parcas(*), hasta el punto de que antaño tuvieron luengas disputas sobre cuál debía ir delante.
La cabeza había ido siempre en la vanguardia. La cola se quejo a los cielos, diciendo:
"Hago leguas y más leguas de camino, al capricho de ésta: ¿He de someterme siempre a él? Soy su humilde secuaz, y eso no debe ser: hermana suya me han hecho, y no sierva. ¿No somos de la misma sangre? Tratadnos, pues, de igual manera. Lo mismo que ella, tengo un veneno poderoso y activo. Mi pretensión es que lo dispongáis de modo que, por turno, preceda yo a mi hermana la cabeza. La conduciré tan bien, que no tendrá motivo de queja."
El cielo acogió estas instancias con una bondad cruel. ¡Que malos resultados tiene a veces su condescendencia! Sordo debiera ser a los ruegos insensatos. No lo fue entonces, y la nueva conductora, que en pleno día no veía más claro que en boca de lobo, topaba con los árboles, con las piedras, con los transeúntes, y de tumbo en tumbo, despeño a su hermana en la laguna Estigia.
¡Ay de los estados que caen en ese error!
(*)En la mitología romana las Parcas eran las personificaciones del Fatum o destino. Sus equivalentes griegas eran las Moiras. Controlaban el metafórico hilo de la vida de cada mortal e inmortal desde el nacimiento hasta la muerte. Incluso los dioses temían a las Parcas
Lección / Moraleja:
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