Congregáronse los animales a la muerte de un León, que había sido su soberano, para elegir nuevo rey. Sacaron de su estuche la corona real, que guardaba un dragón en oscuro subterráneo, y habiéndola probado, a nadie le ajustó bien. Unos tenían la cabeza muy chica, otros muy grande, algunos cornamentada.
El mono hizo también la prueba, riendo y bromeando, con acompañamiento de visajes y volteretas; la corona pasó por la cabeza como un aro, e hizo con ella tantas jugarretas y farsas, que la asamblea quedó divertidísima, y le aclamó rey.
El zorro solamente negole el sufragio, sin declarar, empero, su oposición. Lejos de eso, felicitó al nuevo monarca, y le hablo así:
"Señor, yo sé y nadie más lo sabe, dónde esta oculto un gran caudal: no se os ignora que todo el tesoro escondido corresponde por ley a vuestra majestad."
El nuevo rey era devotísimo del becerro de oro: en persona corrió en busca del escondite, receloso de todos. Era una trampa, y en ella cayó. El zorro, tomando la voz de todos los demás, le dijo:
"¿Pretenderás todavía gobernaros, tú, que no sabes gobernarte?"
Fue depuesto, y convinieron en que muy pocos son dignos de la corona.
Lección / Moraleja:
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