La mula de un obispo se preciaba de noble, y siempre estaba hablando de su madre la señora yegua, de quien contaba mil proezas: había hecho esto, había hecho lo otro y lo de más allá.
Como hija suya, juzgábase también digna de pasar a la historia. Hubiérase creído degradada sirviendo a algún galeno.
Pero la pobre mula hízose vieja, y la enviaron a un molino. Allí le vino a la mente su padre el jumento.
De algo sirve la desgracia, aunque sólo sea para apagar los humos de los presumidos
Lección / Moraleja:
De algo sirve la desgracia, aunque sólo sea para apagar los humos de los presumidos