Llevándose dos ollas de las orillas socavadas, un río las arrastraba juntas con sus violentas aguas. Pero, las dos estaban hechas con técnicas y materiales diferentes: la primera era de bronce fundido; la otra, de arcilla cocida.
El movimiento entre la olla frágil y la sólida era distinto y el río vagabundo tenía un curso incierto. Para no romper y hacer mil pedazos la olla de barro, la de bronce juraba que se alejaba mucho de su ruta habitual. Pero, temiendo la primera que el peso de la otra podía quebrar su ligereza y, como el débil no tiene ninguna seguridad cuando acompaña al fuerte, le dijo:
«Aunque con tus palabras me des seguridad, no me desprenderé del miedo que llevo dentro. Pues tanto si el agua nos hace chocar a mí contra ti o a ti contra mí, en ambos casos yo seré la única perjudicada».
Lección / Moraleja:
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