Casualmente un cabrito, corriendo más rápido, había escapado de un lobo y se dirigió a unos campos en cuyas proximidades había unas chozas. Huyendo a toda velocidad desde allí hasta el interior de las murallas, se paró en medio de un rebaño de ovejas. El depredador le siguió infatigablemente hasta el centro de la ciudad e intentó seducirle con meditados engaños:
«¿No ves», le dice, «cómo chilla la víctima en todos estos templos y ensangrenta el suelo con cruel muerte? Si no puedes volverte a tus seguros llanos, ¡ay de mí!, también tú caerás con la frente cubierta de vendas».
El cabrito responde:
«Tan sólo, te lo suplico, no te inquietes ni temas por mí y llévate, malvado, tus fútiles amenazas. Pues más valdrá haber derramado sangre como víctima de los dioses que saciar las fauces de un rabioso lobo».
Así, cada vez que uno se siente afligido por un doble peligro, lo mejor es optar por una muerte noble.
Lección / Moraleja:
Cada vez que uno se siente afligido por un doble peligro, lo mejor es optar por una muerte noble.