Se cuenta que una vez un pequeño ratón que andaba errante se atrevió a lastimar con sus pequeños dientes a un enorme buey. Pero, cuando le produjo la herida con su hocico mordedor, se esconde seguro en su agujero.
Aunque el buey le amenaza fieramente con su horrible cerviz, no ve, ciego de ira, contra quién arremeter.
Entonces, el ratón, importunando a su indignado enemigo con justas palabras, esquivó astutamente las hostiles amenazas:
«No porque tus padres te hayan concedido grandes miembros, atribuyeron a tus fuerzas efecto alguno. Aprende, no obstante, qué confianza tienen en sí mismos los cortos hocicos y cómo una pequeña turba puede hacer lo que desee».
Lección / Moraleja:
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