Tachonado de pintas y con hermoso torso, un leopardo se dirigía entre fieras de su misma especie a los campos.
Pero, como los fieros leones no tenían moteados sus lomos, al punto los consideró una raza miserable. Condenando a los demás animales por su sórdido aspecto, él solo se tenía como ejemplo de nobleza. Mientras se jacta de la singularidad de su piel, una astuta zorra lo agarra y le prueba la vanidad de sus manchas:
«Vete», le dice, «y confía plenamente en tu colorida juventud, con tal de que yo pueda tener un juicio más preclaro y admire más a quienes engalanan los dones de la inteligencia que a quienes sobresalen por sus bienes corporales».
Lección / Moraleja:
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