Un pequeño pájaro había confiado sus crías a la tierra en un lugar en donde se levantaban las mieses amarillas sobre la verde hierba. En su intento de recogerlas junto con las frágiles espigas, el agricultor pedía encarecidamente ayuda a sus vecinos. Mas su crédula voz alarmó a la implume pollada y la convenció para emprender rápidamente la huida de su hogar.
Cuando regresa la madre, más cauta, les prohíbe marchar.
«Pues, ¿qué van a hacer unos extraños?», dijo ella.
El campesino encargó de nuevo el trabajo a sus queridos amigos. Pero la madre, otra vez segura por ello, aguardaba. Mas cuando se dio cuenta de que el propietario agarraba la curva hoz y que se ponía manos a la obra con la cosecha, dice:
«Abandonad ahora, desgraciados, los dilectos campos, cuando pone sus esperanzas en sus propias fuerzas».
Lección / Moraleja:
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