Mientras un novillo hermoso, que nunca había sido uncido, brincaba a sus anchas, vio a un buey que araba a diario los campos:
«¡Eh!», le dijo, «¿no te da verguenza llevar esas ataduras en tu viejo cuello y no conocer el descanso apartado del yugo, mientras que yo tengo vía libre para hollar la hierba y licencia para buscar después las sombras de los bosques?».
Por su parte, el viejo animal, sin airarse por sus palabras, revolvía cansado la tierra de siempre con el arado, hasta que, libre de él, se le permitió tumbarse en los prados sobre un cómodo lecho de hierba.
Luego, ve cómo el novillo, atado y conducido a los altares sagrados, se aproxima al cuchillo del victimario.
«Esta muerte», le dice, «te causa la fatal indulgencia que hace que estés libre de mi yugo. Más te hubiera valido, pues, soportar duros trabajos que sufrir una ociosidad que a la larga te iba a conducir, aún joven, a la muerte».
Esta es la suerte de los hombres: los más felices mueren pronto, mientras que los miserables llevan una vida monótona.
Lección / Moraleja:
Esta es la suerte de los hombres: los más felices mueren pronto, mientras que los miserables llevan una vida monótona.